sábado, 5 de mayo de 2012

EL YOGA Y EL SISTEMA NERVIOSO

El sistema nervioso es un mecanismo complejo que tiene a su cargo el incesante ajuste del ser humano con el mundo y consigo mismo. Presente en todo proceso vital, se responsabiliza por el simple parpadeo, por el funcionamiento de un órgano, por un movimiento del alma que quiere, como también por la elaboración de una abstracta concepción filosófica. Sin ser la causa, es el medio de expresión y vida de la sensibilidad, de la razón y de la voluntad. Día y noche recibe estímulos y a todos responde, dirige la mano que toma un libro del estante, manda a una víscera contraerse, a un vaso que se dilate y a una glándula que funcione. Sin el no sería posible gustar de un concierto, ver a un gatito brincar, apretar la mano de un amigo, sonreír, hablar y saber que Dios está presente en la gota de rocío sobre la planta que está en nuestra ventana.

En la periferia del cuerpo, los estímulos, que pueden ser químicos, físicos, mecánicos o energéticos, toman contacto con las terminales sensitivas. De ellas, háyanse en la lengua tres mil; en el oído, cien mil; y en cada ojo, ciento veinte millones. En la epidermis son incontables los puntos sensibles al calor, a la presión y al dolor. Este sistema receptor así constituido trasmite a los centros su mensaje en forma de impulso nervioso. De tales centros emana la reacción a cada impulso, esto es, un comando que va a poner en movimiento un músculo, una glándula o una víscera. Así funciona el esquema conocido como S-R, es decir, estímulo-respuesta, que, en el plano fisiológico, explica una parte de nuestro psiquismo.
Tanto los impulsos sensitivos como las respuestas a ellos –los impulsos motores-, son de naturaleza eléctrica y tiene una velocidad de 300km por segundo, de manera que las cosas ocurren instantáneamente.

El sistema funciona como un ejército de campaña. El telencéfalo, su parte más noble, es el “estado mayor”, que solo en casos muy graves y complejos que requieran decisiones costosamente elaboradas, debe ser solicitado. No deben llegarle problemitas fáciles, que la médula tiene el deber de solucionar inmediatamente. De él nacen los actos llamados voluntarios. De la médula y de los órganos de la base del cerebro, los actos involuntarios o reflejos. Un bien dispuesto sistema de “llaves” y “conmutadores” se encargan de dirigir el curso más acelerado para un impulso nervioso dado.

La célula nerviosa es la neurona. Tiene la forma de un renacuajo, con cabeza y cola, y es la más noble de todas las células del cuerpo. Diferente de todas las otras, no se reproduce ni se regenera en su cuerpo celular. La cola (axon) es capaz de regenerarse. Una lesión en el cuerpo celular puede definitiva e irreversible. Tal vez sea ésta una de las razones por la que los cuerpos celulares de las neuronas son cuidadosamente protegidos por “cajas fuertes”. El cráneo encierra al encéfalo y el canal raquídeo, formado por la columna vertebral, contiene y protege a la médula. Desde el interior de estos estuches óseos, las neuronas emiten sus axones, estos pueden tener dimensiones microscópicas o extenderse hasta casi un metro. Por millares se juntan en manojos que, revestidos por una membrana llamada mielina, constituyen los troncos nerviosos que se ramifican y llegan a todos los rincones y extremidades del cuerpo.

División del sistema nervioso

Se habla de dos sistemas diferentes. Una se encarga de la vida de relación, esto es de nuestro intervenir en el mundo en que vivimos, y que es llamado cerebroespinal o también voluntario, pues en su funcionamiento podemos voluntariamente interferir. El otro preside la vida vegetativa, aquella vida resta a un moribundo en estado de coma, en la cual apenas los procesos orgánicos se realizan. Es el vago-simpático o autónomo, así llamado en virtud de que, en condiciones normales, escapa a nuestro control. Mover los dedos en procura de las teclas y sintonizar la radio son actos comandados por el primer sistema. Los movimientos peristálticos de los intestinos y la temperatura del cuerpo son cosos específicas del segundo. Contener, acelerar y retardar el corazón no es cosa para cualquiera, puesto que el hombre común no tiene injerencia sobre el sistema vago-simpático. La práctica del Hatha Yoga, progresivamente, da un control sobre él, pudiéndose, en estados avanzados, realizar un cierto número de “milagros” y dirigir a voluntad procesos ligados con la digestión y la circulación y a varios otros fenómenos vegetativos. La práctica continuada del Yoga va volviendo el cuerpo más dócil para con los comandos de la mente, terminando por domarlo, para utilizarlo mejor en provecho de realizaciones más elevadas.


Sistema nervioso cerebroespinal

De los dos es el más característicamente humano. Por medio de él nos entendemos con nuestros semejantes y actuamos en el ambiente. Por él actuamos con cierta libertad y es él que nos hace responsable por nuestros actos. Sin su elevado perfeccionamiento sería imposible concebir ideas, imaginar, juzgar y razonar, en otras palabras, sin él, seríamos todavía prehominídos, gozando la idéntica irresponsabilidad de los animales, sin discernir el bien y el mal.

El encéfalo y la médula son sus partes componentes, encerrados, respectivamente, en el cráneo y en el canal raquídeo. Del encéfalo, por pares, salen los nervios craneanos, y de la médula, los nervios raquídeos.

La parte más noble de todo el sistema nervioso es el encéfalo, formado por el cerebro, el cerebelo y el tronco espinal.

  1. El cerebro se compone de telencéfalo, diencéfalo y mesencéfalo. En el telencéfalo están las áreas directrices de los movimientos voluntarios y es donde se realizan las percepciones conscientes, así como el pensamiento (juicios y raciocinios). Constituyen el diencéfalo y el mesencéfalo un verdadero puente de contacto entre la vida de relación y la vegetativa., regulando las actividades del vago-simpático. En es te particular, el hipotálamo (en el diencéfalo) es notablemente importante, mereciendo especial atención de las técnicas yoguis.
  2. El cerebelo, localizado en la base del cerebro, tiene la responsabilidad de la orientación espacial y del equilibrio del cuerpo.
  3. El tronco cerebral, constituido por el bulbo, la protuberancia y el istmo encéfalo, es la continuación de la médula, que a esa altura se ensancha. Regula el tono muscular y las actividades reflejas, como la respiración, el dinamismo cardiovascular…

La médula espinal, del grosor de un dedo, ubicada dentro del canal raquídeo, se extiende desde el tronco cerebral hasta la región lumbar, donde se ramifica constituyendo la denominada “cola de caballo”. Por ella circulan los mensajes sensitivos oriundos de la periferia y los impulsos motores despachados por el encéfalo. Por su propia cuenta, la médula, reflejamente, responde a ciertos estímulos que producen reacciones inmediatas y simples.

Como “tronco del árbol de la vida”, desempeña por lo tanto dos importantes papeles: el de intermediaria entre la periferia y los centros superiores y el de órganos de respuestas reflejas. Por su importancia vital es que el Hatha Yoga le dedica tantas asanas y se empeña en conservar la elasticidad de la columna vertebral que la sostiene y protege.


Sistema nervioso autónomo o vegetativo

Frente a un peligro inminente, nuestro cuerpo se perturba. Las piernas, por ejemplo, tiemblan, la sangre se paraliza y un puñal de hierro parece que penetra en la “boca del estómago”, en cuanto el pobre corazón se acelera. Todo automático. Es en vano mandar a las piernas parar. Es en vano querer que el corazón “deje de ser cobarde”. Las reacciones fisiológicas que caracterizan un estado emocional escapan completamente al control porque son desencadenadas por el sistema nerviosa vegetativo o vago-simpático.

Esquemáticamente puede ser divido en:

  1. Órganos centrales: tronco cerebral y diencéfalo, los cuales también forman parte, conforme lo sabemos, del sistema cerebroespinal.
  2. Órganos periféricos: simpático u ortosimpático y parasimpático o vago.

Por conveniencia didáctica cada que hablemos del ortosimpático o parasimpático usaremos OS y PS, respectivamente. Y para comenzar, veamos como actúan el OS y el PS.

Cada órgano, víscera o glándula está inervada doblemente por nervios OS y PS, que actúan de manera antagónica: OS estimulando y PS frenando. Si la actuación OS fuese exclusiva, nuestro corazón, por ejemplo, se aceleraría hasta el agotamiento y la muerte. Si fuese el PS el único a influir, el corazón se detendría, lo que también sería la muerte. El PS es cabalmente, frenador, tranquilizante, produciendo para eso un “intermediario químico” sedante de alta potencia: la acetilcolina. Por su turno, los nervios OS actúan como un excitante igualmente poderoso: la noradrenalina. Son los pequeños chorros de esos dos agentes que controlan la vida de cada órgano.

Las fibras nerviosas del sistema autónomo se esparcen por todo el cuerpo, componiendo una fina red, constituyendo los ganglios y los plexos. Parten desde la región craneana hasta la coxígea, formando plexos, a uno y otro lado de la espina dorsal. Las fibras que parten del cerebro (tronco y diencéfalo), así como las que parten de la región sacra, son fibras PS. Las que emergen de la región intermedia, esto es de la región toracolumbar, son fibras OS.

Es considerable la importancia del tronco encefálico y del diencéfalo. Ellos inervan, como PS: el iris, el cerebelo, las glándulas salivales, la tiroides, los pulmones, el corazón, el hígado, el estómago, el páncreas y el intestino grueso. El centro de comando PS en la red inferior (sacra) es el plexo ilíaco que regula automáticamente el vaciado de las vísceras que periódicamente se llenan: los riñones, el intestino grueso, la vejiga, los testículos u ovarios.

El sistema OS, esto es, el formado por las fibras de la región toracolumbar, trabaja a través de cuatro centros: el plexo intercarotídeo, el ganglio estrellado, el plexo solar y el plexo hipogástrico. De estos, el más importante es el plexo solar. Frenando ortosimpáticamente el hígado, el estómago, las suprarrenales, el páncreas y el intestino delgado, se encuentra en la fosa epigástrica, en aquel ángulo formado por el encuentro de las costillas, exactamente en el punto comúnmente llamado “boca del estómago”. Es el lugar donde el golpe bien dado pone a la víctima knock out. Es el lugarcito de donde, al experimentar intensa emoción parece partir la orden de una descarga nerviosa difusa, cuando sentimos “aflojarse todo por dentro”.

El plexo solar, contraparte anatómica del chakra manipura merece una atención especial del Hatha Yoga que actúa sobre él psíquicamente mediante varias asanas y la respiración diafragmática. Mantenerlo bajo control es, entonces, condición necesaria para gozar de salud, pues el responsable de los espasmos intestinales de las personas nerviosas, las úlceras pépticas e intestinales que amargan la vida de tantos individuos.


Fuente: "Autoperfección con Hatha Yoga" - Hermógenes

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