martes, 10 de junio de 2014

EL SISTEMA YOGA por Swami Krishnananda - part 3

LAS RESTRICCIONES MORALES 

Krishnananda con su Guru Swami Sivananda


Si pramana, viparyaya, vikalpa, nidra y smriti pueden llamarse las funciones no dolorosas del antakarana, las cuales se estudian en psicología general, las otras funciones, a saber, avidya, asmita, raga, dvesha y abhinivesa pueden considerarse como las dolorosas, porque son éstas las que causan la infelicidad de todos los seres, y forman el contenido de la psicología anormal.

Las funciones dolorosas crean dolor no solo a uno mismo, sino también a otros, porque tenemos la tendencia a transferir nuestro dolor a los demás. Un asunto personal se convierte en un problema social, y el yo personal se convierte en una reafirmación social. Los gustos y disgustos personales
pueden afectar gravemente a otros en la sociedad. La psicología del yoga tiene en cuenta este hecho.

Por tanto, antes de contemplar cualquier método para liberar la mente de sus funciones dolorosas, primero tiene ésta que ser desconectada de la sociedad y devuelta a casa, donde está apartada de sus vagabundeos externos. Como un ladrón, que primeramente es detenido y luego convenientemente tratado, la mente primero tiene que ser apartada de la maraña del mundo exterior y a continuación analizada minuciosamente. Sufrimiento social es el impacto de estas complejidades psicológicas establecidas mutuamente por los diferentes individuos a través de los diversos tipos de interacción. Tensión social es la colisión producida por los enredos psicológicos individualistas. Esta es la razón de la infelicidad de todos en el mundo. Nadie está dispuesto a sacrificar su ego, sino que exige a todos el sacrificio de los suyos. El yoga tiene una receta para esta enfermedad del hombre en general, para esta enfermedad interna de la humanidad. Nos pide llevar la mente de nuevo a su fuente de actividad, y si todas las personas lo hacen, servirá también como remedio para las enfermedades sociales. Así, aunque el yoga se ocupa principalmente de la persona, también ofrece
una solución para todas las tensiones y cuestiones sociales.

Solo el Yoga puede traer paz al mundo, ya que se sumerge en las profundidades del hombre. El yoga es, por tanto, no sólo un medio para la salvación personal, sino también para la solidaridad social.

La mente ha de ser traída a su fuente.
Desafortunadamente, no podemos saber donde está la mente a menos que comience a funcionar, como el ladrón, cuya presencia se conoce por sus actividades. Los problemas externos son manifestaciones de la quíntuple complejidad interior. Ignorancia es la primera causa. Pero es una causa negativa cuando se es solo ignorante o estúpido. El hombre no se detiene con esto. Quiere demostrar su ignorancia, y aquí está la raíz de todo el problema. La primera demostración es afirmar su egoísmo. Cuando uno quiere que otros cedan a las exigencias de su ego, en contra de los egos de los demás, hay un choque de personalidades e intereses, y
esta circunstancia engendra infelicidad en la familia, la sociedad, y el mundo. El Yoga hace un análisis de esta
situación. Avidya, afirmándose como ahamkara y chocando con los demás, produce el contexto de Himsa o violencia.

Como ahimsa es un mal que engendra dolor social de diferentes tipos, ahimsa o no violencia, es una virtud. Ahimsa es similar a la ética cristiana que nos enseña a 'no ceder al mal'. Incluso, si un solo ego se retirara, en esa medida la fricción social sería de menor intensidad. Himsa nace de asmita, raga y dvesha, y por tanto, ahimsa es una regla moral.
Ahimsa, o la práctica de la no-violencia, no es solo una regla de acción, sino también de pensamiento y sentimiento. Uno ni siquiera debe pensar el daño de ningún tipo. Pensar en el mal es tan malo como cometer la acción. El pensamiento del mal no es sólo una preparación para su ejecución, sino que es la semilla de la acción. 'Que haya amistad en vez de la enemistad, amor en lugar del odio', es el lema del yoga. Por amor atraemos las cosas y por odio las repelemos. Amor atrae amor y odio atrae odio. Esta gran regla de la ética del yoga va más allá que simplemente evitar hacer daño, va hasta un positivo amor desinteresado por todos, con una visión imparcial, al amor sin apego (raga) o el odio (dvesha). Ahimsa siempre ha sido considerada como la reina de las virtudes y todos los demás cánones de la moral se consideran con referencia a esta norma suprema de carácter y conducta.

El ego trata de mantener sus gustos y disgustos por varios métodos, uno de ellos es la mentira, con el fin de
escapar de la oposición de otros. La insinuación de la mentira en la sociedad, se considera como un vicio. Satya o veracidad es otra virtud. En cierta medida, la verdad mitiga el egoísmo.
La deshonestidad es una afirmación del ego para tener éxito en sus tratos con el mundo, a pesar de que pueda significar hacer daño a otros. Veracidad es la correspondencia con los hechos. El Yoga hace hincapié en la importancia de la práctica de la verdad en la vida humana. Hay dilemas en que quedamos cuando nos encontramos en una situación difícil.
A veces puede parecer que la verdad nos lleva a problemas, entonces uno podría verse tentado a decir una mentira. Las escrituras dan muchas respuestas a nuestras preguntas sobre el tema. La verdad que hace daño es igual a la mentira.

Tenemos que ver las consecuencias de nuestra conducta, antes de que podamos decidir si es virtuosa o no. Pero, entonces, ¿tenemos que mentir? Un ejemplo destacado sobre este punto se narra en el Mahabharata. Arjuna y Karna estaban enfrentados en la batalla. Krishna mencionó a Arjuna que Yudhishthira estaba muy triste a causa de su combate con Karna ese día, a raíz del cual, había tenido que regresar a su campamento gravemente herido. Krishna y Arjuna fueron a saludar a Yudhishthira. Yudhishthira estaba feliz de ver, sobre todo, a Arjuna, porque pensaba que éste había llegado después de matar a Karna en la batalla. Yudhishthira expresó su alegría por el buen evento, pero cuando Arjuna le reveló que Karna no había sido aún aniquilado, y que ellos sólo habían venido a verlo en el campo, Yudhishthira secamente le dijo a Arjuna que habría sido mejor si su arco Gandiva le hubiera sido entregado a otro. Arjuna sacó su espada. Krishna lo agarró de las manos y le preguntó qué pasaba con él. Arjuna reveló su voto secreto, según el cual, mataría a
cualquiera que insultase su arco. Krishna se mostró sorprendido por la insensatez de Arjuna, y entonces le dijo que insultar a uno de sus mayores era igual que matarlo, y Arjuna haría bien en abusar de términos irreverentes contra Yudhishthira, en lugar de matarlo e incurrir en un pecado atroz. En consecuencia, Arjuna utilizó una larga cadena de palabras insultantes contra Yudhishthira. Pero Arjuna sacó de nuevo su espada, y Krishna le exigió una explicación.
Arjuna dijo que iba a suicidarse porque tenía otro voto, que consistía en que si insultaba a un anciano, él pondría fin a su vida. Krishna sonrió ante esta nueva salida de Arjuna, y entonces le dijo que alabarse a uno mismo, era igual que matarse a sí mismo, y que por lo tanto, podría recurrir a este medio en lugar de suicidarse. Arjuna, entonces, se elogió en un lenguaje jactancioso. Es fácil imaginar las consecuencias
de atravesar con la espada a Yudhishthira, solo para cumplir la promesa de Arjuna. La moral no es una fórmula matemática rígida. No existe un estándar establecido para todas las épocas y situaciones. Incluso expertos legales, como Bhishma, no podían responder al dilema planteado por Draupadi. Si mantener el voto conforme a satya, matando a un hermano en tal situación, o el suicidio, todo ello contrario a ahimsa.

Las Escrituras sostienen que la verdad no debe causar daño. Manu, en su smriti, señala que hay que decir la
verdad, pero hablando con dulzura, y no se debe decir una verdad que es desagradable, ni tampoco se debe decir una mentira porque sea dulce. La regla general ha sido, sin embargo, que la verdad que lastima o causa daño a los sentimientos de otro, debe ser considerada como mentira, aunque luzca como verdad. Nuestras acciones y pensamientos deben tener relación con el objetivo último de la vida. Sólo entonces se convierten en verdades. Debe haber armonía entre el medio y el fin. '¿Tiene la conducta alguna conexión, directa o indirecta, con el fin del universo?' Si la respuesta es afirmativa, el paso dado se puede considerar como ajustado a la verdad.

Brahmacharya, o continencia, la otra gran regla, es tan difícil de entender como satya o ahimsa. En todos los casos de juicio moral, son necesarios el sentido común y un punto de vista integral. Muchos estudiantes de yoga piensan que brahmacharya es celibato o vivir una vida sin mujer. Aunque esto puede considerarse como una definición muy significativa de brahmacharya, la moral del yoga exige un brahmacharya del tipo más puro, que tiene un significado más profundo. El Yoga considera brahmacharya desde todos los puntos de vista, y no sólo en sus implicaciones sociológicas. Requiere una purificación de todos los sentidos.

Dormir en exceso y la glotonería, por ejemplo, son faltas a brahmacharya. Esta no se rompe sólo por relaciones sexuales, sino por excesos de cualquier tipo, incluso llevando una vida de abstinencia sexual, con excesos tales como la gula, la locuacidad y, sobre todo, pensando en los objetos de los sentidos. Mientras que uno conserva la energía por una parte, ésta puede escaparse por otra. Dormir demasiado es un truco que nos juega la mente cuando nos negamos a satisfacerla. Comer y hablar en exceso es el desperdicio de la
energía no canalizada. La contemplación de los objetos de los sentidos puede continuar incluso cuando están físicamente lejos. Brahmacharya es conservar la fuerza con el propósito de meditar. La pregunta es: ¿Se siente fuerte por la ‘conservación de la energía’? Brahmacharya se prueba por la fuerza que uno reconozca en su interior. La virtud no es para ser exhibida, sino para utilizar la energía conservada con un propósito más elevado. La actividad innecesaria de los sentidos derrocha la energía. El Chhandogya Upanishad dice
que en la pureza de las cosas que pensamos, hay pureza del ser. Al ver, oír, saborear, oler y tocar, debemos contactar solo cosas puras. Un solo sentido dejado sin control, puede anular los efectos del control ejercido sobre los otros sentidos.
Como lo señala el Mahabharata, por constante pensamiento nos convertimos en aquello con lo que nos asociamos, nos convertimos en aquello a lo que servimos por largo tiempo y, nos convertimos en lo que deseamos. Brahmacharya es, por lo tanto, un acto de total autocontrol. El Brahmacharin siempre es prudente. Y nadie debe ser tan osado como para imaginar que está totalmente puro y a salvo.

La práctica de brahmacharya como voto de abstinencia de toda indulgencia de los sentidos, particularmente en su aspecto psicológico, y una estricta fijación en la pureza personal, genera armonía en las funciones vibratorias del cuerpo, nervios y mente, y el Brahmacharin alcanza lo que, incluso él mismo, puede considerar como una maravilla.
Brahmacharya a menudo es considerado como el rey de los principios, que encarna en sí mismo todas las demás virtudes o valores morales. En su observancia, no obstante, se debe tener cuidado, no solo de evitar la indulgencia de los sentidos y los devaneos mentales, sino también de liberarse de las complicaciones que puedan seguir, así como de las satisfacciones a las cuales uno puede recurrir como consecuencia de la frustración del deseo.

El sistema yoga menciona otras dos importantes reglas, a saber: Asteya o la no apropiación de lo que legalmente no pertenezca a uno, y aparigraha o la no aceptación de lo que no sea necesario para la propia subsistencia, lo cual, en otras palabras, significa no codiciar. Estas pueden considerarse como dos grandes restricciones sociales impuestas sobre el hombre que, aparte de su valor en la práctica del yoga, cuando se implementan, se convierten en saludables sustitutos para las molestas regulaciones inventadas en los campos social y político de la vida. La naturaleza resiente cualquier coacción externa, lo que explica la infelicidad de la humanidad, a pesar de sus códigos y tribunales. A uno no lo pueden obligar a hacer lo que no quiere hacer. La ley tiene que nacer en el corazón antes de tomar asiento en el Poder Judicial o en el gobierno. La moral del yoga como asteya y aparigraha, actúa tanto como advertencia personal para el avance espiritual, así como de remedio social para la codicia y el egoísmo. Al estudiante de yoga se le pide que sea simple.
Vida simple y pensamiento elevado son sus lemas. No se acumula muchas cosas en su casa o habitación. Esto es aparigraha o no aceptación. En etapas avanzadas un sadhaka (aspirante) de tiempo completo, no debe mantener cosas ni siquiera para el día siguiente. Por supuesto no es necesario que le digan a uno que no se debe apropiar de lo ajeno. Es bastante simple de entender, y esto es asteya o no robar. El estudiante no sólo debe abstenerse de tomar cosas superfluas, sino que tampoco debe aceptar el servicio de otras personas. Algunos sostienen que tener más de lo necesario, es igual a robar. Estas son las virtudes fundamentales de la ética del yoga. La conducta que no se ajusta a lo universal, no puede, al final, ser buena.

El yoga es búsqueda de la Verdad hasta sus últimas consecuencias, por encima de su utilidad relativa. Se deben hacer preparativos adecuados para esta aventura. Tenemos que ser honestos ante la verdad, y no sólo a los ojos de nuestros amigos. Esta apertura ante el Absoluto es el significado tras la observancia de lo que el yoga denomina yamas, como un curso de auto disciplina que se impone uno mismo para lograr esa naturaleza moral consistente con las demandas de la Verdad. La moral del yoga es más profunda que la moral social e incluso que la moral religiosa de las masas. Nuestra naturaleza tiene que estar de conformidad
con la forma de la Verdad. Como la verdad es universal, las características que son incongruentes con su esencia, deben ser abandonadas poco a poco. Cualquier conducta que no pueda estar en armonía con lo universal, en últimas, no puede ser moral, al menos en el sentido requerido por el yoga. ¿Lo universal pugna con los demás? No. Por tanto, no pugnar y no tener conflictos, o ahimsa, es una virtud. Hacer daño a otros está en contra de la moral. ¿Lo universal tiene pasiones? ¿Va a robar la propiedad ajena? ¿Oculta hechos? La respuesta es no. Así que la sensualidad, el sigilo y la mentira son inmorales. Mediante la aplicación de la norma universal, podemos determinar lo que es la verdadera moralidad.
Aplique su conducta a lo universal y si se adecua, es moral.
Aquello que es rechazado por lo universal, es contrario a la Verdad. Ahimsa, satya, brahmacharya, asteya y aparigraha son los yamas para liberaración de toda clase de crueldad, falsedad, lujuria, codicia y gula.
La lujuria y la codicia son los más grandes obstáculos en la práctica del yoga. Cuando esas propensiones sufren una oposición se convierten en ira. Por esta razón la quíntuple regla del yoga, yama, puede considerarse como la síntesis de toda enseñanza moral.

El auto control necesita mucha vigilancia. Cuando uno persiste en el control de los sentidos, éstos pueden emplear ciertas tácticas y eludir el dominio por parte de uno. Uno pude ayunar, observar mauna (silencio), dejarlo todo para recluirse. Pero los sentidos son impetuosos. Cualquier medida extrema que se tome puede causar una reacción. Es necio no entender este aspecto del asunto. Pueden aparecer reacciones contra la abstinencia prolongada de los goces normales. Particularmente el hambre y la lujuria levantan armas en venganza. No es aconsejable llegar a extremos en la sujeción de los sentidos porque, de hecho, no se deben
subyugar, sino sublimar. Después de años de reclusión, muchas personas se han encontrado en la misma situación que antes, a causa de los medios poco atinados empleados en sus prácticas. La supresión de los deseos no es siempre intencionada; puede suceder sin que uno lo sepa. En todo momento debe tenerse cuidado de seguir la ‘regla de oro’ o ‘camino medio’. Como nos advierte el Bhagavadgita, el yoga no es para aquel que come demasiado, ni tampoco para el que no come; no es para aquel que duerme demasiado, ni tampoco para el que no duerme; no es para aquel que siempre está activo, ni tampoco para el que no hace nada. Los sentidos deben ser puestos bajo control poco a poco, tal como en la domesticación de animales salvajes. Dele a los sentidos un poco de lo que necesitan, no mucho. El siguiente día, deles un poco menos. Un día no les de nada, y otro día deles un buen trato. Finalmente contrólelos completamente y con los arneses puestos, haga meditación sobre la realidad.

Uno de los métodos que usan los sentidos es la revolución, volver atrás, al mismo punto, después de muchos
años de silencio. Otra forma que escojen es inducir un estancamiento del esfuerzo. Uno se encontrará en una
condición neutra, sin progreso de ninguna clase. Puede sobrevenir aun una caída, pues el camino es resbaloso. Una tercera manera de como puede uno ser engañado, es el surgimiento de una situación en la cual uno intenta hacer algo, aunque realmente está haciendo otra cosa, en un estado equívoco. Los sentidos engañan al estudiante; éste es desviado y puede que se de cuenta cuando sea demasiado tarde. Una cuarta táctica es un ataque frontal por amenaza. El Buda tuvo todas esas experiencias en sus meditaciones.
Tentación, oposición, estancamiento y desvío son los cuatro principales peligros de los cuales debe cuidarse el estudiante.
El Upanishad usa el término appramata, ‘no descuidarse’, para denotar este perpetuo estado de cautela. El estudiante de yoga observa cada paso, tal como lo hace la persona que camina sobre un alambre. Se requiere mantener un tremendo equilibrio en la operación de los propios pensamientos. No se debe tomar ninguna acción a menos que se pese cuidadosamente. La dirección del movimiento debe establecerse de manera certera antes de comenzar el arduo viaje.

Los yamas son las restricciones morales. Si la naturaleza moral del estudiante no coopera con sus esfuerzos, no puede haber progreso en yoga, porque la moralidad es un distintivo de nuestra propia naturaleza. Si permanecemos en contra de lo que buscamos, no habrá ningún logro. Ser moral es establecer concordancia entre nuestra propia naturaleza y aquello que buscamos en la vida. El yoga es nuestra entrevista con el Ser Supremo, y aquí nuestra naturaleza se corresponde con Sus poderes supremos. La moralidad no es estupidez o incapacidad, es vigilancia desde todos los puntos.
No es un movimiento perezoso, sino un activo avance. La naturaleza moral también implica memoria sutil y espíritu elevado.

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