sábado, 29 de noviembre de 2014

LA MEDITACIÓN según Swami Akhilananda

 akhilananda
No es posible desarrollar el poder dinámico de la personalidad humana sin la integración total de la personalidad humana, sin la integración total de la mente humana -la cognición, la emoción y la volición- deben unificarse para materializar todas las posibilidades latentes.
Sabemos ya que todas las actividades culturales gloriosas que registra la historia del mundo han sido dirigidas y realizadas por hombres y mujeres de una concentrada fuerza de voluntad.
Los psicólogos hindúes sostienen que la voluntad debe alcanzar una actividad total para poder lograr el empleo integral de las fuerzas mentales. Podemos decir, incluso, que han asombrado a las autoridades de la ciencia positiva con su adiestramiento subjetivo de la mente.

El difunto Sir B. N. Seal, de la Universidad de Calcuta, demostró cómo se desarrollaron las ciencias positivas de los hindúes, merced a la obra de hombres y mujeres profundamente educados en la concentración del intelecto.

La práctica de la concentración es, a no dudarlo, la médula de la evolución religiosa. Sin la práctica de la concentración y la meditación, nadie puede aspirar a alcanzar el estado más elevado de la evolución espiritual. Cuando estudiamos la vida de los grandes míticos cristianos, judíos, hindúes, budistas y mahometanos, comprendemos plenamente que alcanzaron el grado último de conciencia espiritual mediante el desarrollo del poder de concentración.

Aparte de las conquistas religiosas y filosóficas del hombre, logradas merced a la práctica de la concentración, también debemos reconocer su valor pragmático en la integración en la integración de la mente y la personalidad humanas. En lo que toca a la solución de los conflictos humanos, un hombre no puede resolver satisfactoriamente sus emociones antagónicas hasta no haber desarrollado cierto poder de concentración. Los modernos psicólogos y psiquiatras occidentales, como así también los hindúes, han explicado claramente que la mente humana es la palestra donde acuden a luchar numerosos impulsos y emociones antagónicos. Cuando un psiquiatra experto analiza a una persona presa de muchos trastornos emocionales, es posible que salga a luz la naturaleza del conflicto.

También es posible que el paciente comprenda que, a menos que aquél sea eliminado, prácticamente no tendrá ninguna esperanza de alcanzar la paz y felicidad espirituales. Fuera de esos también puede comprender que sus dolencias funcionales obedecen a conflictos y frustraciones psíquicos y, ello no obstante, permanece en la mayor impotencia para subsanarlos, pese al autoanálisis y al psicoanálisis. Sabemos, con todo, que algunas personas reciben cierto alivio mediante estos métodos; pero por lo general no alcanza una integración permanente. Dichos métodos no bastan, sin más, para desarrollar y fortalecer la psiquis, aun cuando coadyuvan a atemperar la inquietud en forma provisoria.

Muchas personas se apagan tanto a experiencias agradables como desagradables. Es posible que duden tener apego a los incidentes desagradables de la vida, puesto que parece natural preferir los placenteros. Desgraciadamente, sin embargo, la gente se aferra a apasiones, temores y demás sentimientos desagradables y perturbadores, aun cuando sepa que esto acarreará la pérdida de su paz espiritual. Entonces, sus pensamientos siguen su camino, sin control alguno. En consecuencia, quien tal padece no puede dormir. Se pone nervioso y contrae una cantidad de dolencias funcionales, al cavilar en sus aprensiones, temores, ansiedades y demás incidentes desagradables de la vida. William James comprendió la dificultad de los conflictos emocionales. Asimismo, reconoció la utilidad de un
adiestramiento sistemático de la mente. He aquí sus palabras: “Las emociones y excitaciones originadas en situaciones habituales, son los incitantes corrientes de la voluntad. Pero éstos actúan en forma discontinua, y en los intervalos, los niveles más superficiales de la vida tienden a cerrarse sobre nosotros, separándonos de los más hondos. En consecuencia, quienes mejor conocen prácticamente el alma humana han ideado lo que se ha dado en llamar la disciplina ascética metódica, para mantenerse en constante contacto con los niveles más profundos.
Es cosa admitida, según creo, que los cultivadores del ascetismo son capaces de alcanzar un alto grado de libertad y fuerza de voluntad”.
Los hindúes se dan cuenta de la enorme utilidad que reporta la práctica de la concentración.

Hasta donde alcanza nuestra experiencia con las condiciones patológicas de la mente humana, diremos que estamos totalmente convencidos de que sin la práctica de la concentración, no es posible aspirar a reunir las fuerzas que los impulsos y conflictos emocionales encargan de dispersar y anular. La práctica constante de la concentración relaja la mente, permite que los pensamientos no se confundan y se centren un solo punto, y hace que el sistema nervioso se relaje, de modo que el sujeto pueda gozar del sueño y el reposo.

He aquí lo que dice al respecto Swami Vivekananda: “Nunca digáis que un hombre no tiene remedio, porque sólo representa un carácter, un puñado de hábitos que es posible reemplazar por otros mejores”.

Los psicólogos de la India han desarrollado una ciencia sobre la base de esta concentración. Patanjali, el padre del Raja Yoga (psicología aplicada), nos brinda un depurado tratamiento de la ciencia de la concentración. Patanjali menciona ocho pasos necesarios para llegar al estado de concentración para llegar al estado de concentración perfecta (la supraconciencia), a saber: yama (control mental), niyama (regulación física y adiestramiento mental especial), asana (postura), pranayama (ejercicios respiratorios), pratyahara, (desprendimiento por parte de la mente de los objetos sensorios), dharana (concentración), dhyana (meditación), y samadhi (supraconciencia). Tales son los pasos graduales a seguir, para alcanzar la meta deseada. James reconoció que “el sistema ascético más venerable y aquel cuyos resultados han obtenido la mayor corroboración experimental es, sin duda el sistema yoga indoísta”.

Según Patanjali, un hombre debe practicar la concentración sistemáticamente, enfocando la mente sobre un objeto dado a fin de unificar las fuerzas mentales”. Claro está que al principio puede hacer falta cierto tiempo para alcanzar el deseado poder de concentración, puesto que el estado inicial de la psiquis es de una completa dispersión. He aquí las palabras d Swami Brahmanda: “Mediante la práctica regular es posible aquietarla (la mente) y ponerla bajo control. Al principio, la meditación resulta sumamente difícil y árida. Pero si se persiste – exactamente como cuando se toma un remedio-se encontrará en ella una perenne fuente de goce, puro y sin mácula”.
También se afirma, en el Bhagavad-Gita, que la mente es indócil y, a no dudarlo, difícil de someter. Pero es posible controlarla mediante la práctica constante y el ejercicio del desapasionamiento.

Los psicólogos hindúes antiguos y modernos están de acuerdo en que, aun cuando la práctica de la concentración sea difícil, cualquiera puede alcanzarla mediante ejercicios sistemáticos.
Al principio, debemos tomar ciertos objetos concretos como centro de nuestra concentración.
Así como nuestra psiquis se ve atraída por el mundo objetivo, también nuestros órganos e instrumentos de los sentidos s hallan constituidos de tal modo que tienden constantemente hacia fuera. En consecuencia, la mente es constantemente abastecida de nuevas sensaciones y experiencias, lo cual hace que salte de una cosa a otra, con suma movilidad, para dar cabida a los nuevos datos y a las consiguientes reacciones mentales. Además, ya hemos acumulado los residuos de nuestra experiencia pasada en la zona subconsciente, donde se muestran permanentemente activas, tratando también ellos de incorporarse al plano conciente. El resultado es que la mente se comporta como un verdadero monito, yendo ágilmente de un lado para otro, según la acertada comparación de Swami Vivekananda en su Raja yoga.

Los fluctuantes estados mentales hacen que el sistema nervioso también se agite en grado sumo. Hasta no haber alcanzado los estados superiores de la conciencia, la mente funciona casi por completo mediante el sistema nervioso. Cuando éste se ve afectado, también sufre la mente, y viceversa. De modo que los psicólogos hindúes aconsejan dos pasos preliminares para la concentración mental, a saber: el Yama (observación ética y control mental) y el niyama (higiene física, prescripciones dietéticas, etc., y cierto adiestramiento mental). El yama y el niyama comprende los mandamientos de no matar, decir la verdad, no robar, guardar continencia, purificarse interior y exteriormente, contentarse y auto dominarse. Al principio, debe preocuparse limpiar la mente y el cuerpo mediante los procesos purificatorios apropiados. El simple régimen dietético puede bastar para fortalecer el sistema nervioso.

Todos sabemos que cuando ingerimos un estimulante o una droga nuestro sistema se afecta o entorpecen, respectivamente. Por el contrario cuando ingerimos alimentos o líquidos sanos, nutritivos y sedantes, logramos que nuestro sistema nervioso y el organismo entero gocen de serenidad. Siempre es conveniente cierto grado de control en los alimentos y las bebidas, al iniciar las prácticas de concentración, para que la mente y el sistema nervioso no se vean ni sobre estimulados o sobreexcitados ni amodorrados o entorpecidos. La higiene mental es aún más importante que la física. Desgraciadamente, la experiencia nos demuestra que cuando se insiste excesivamente en el progreso físico, se suele descuidar la salud mental y, sobre todo, el desenvolvimiento espiritual. Así los Hatha Yogis desarrollaron la cultura del poder físico a la par de la de extraordinarias facultades psíquicas y ocultas, pero, desgraciadamente muchos de ellos descuidaron o pasaron por alto el desarrollo espiritual. En América y en otras partes observamos, asimismo, muchos casos de gente que se interesa excesivamente en el desarrollo físico, convirtiéndose en verdaderos fanáticos del deporte, a costa de la auténtica salud mental y del crecimiento espiritual.

Swami Vivekananda se inclinaba por un justo término medio, propiciando una observancia sencilla de las reglas fundamentales para la salud psíquica.

William James parecía estar convencido de que ciertos ejercicios mentales y físicos eran útiles para el desarrollo total de la mente. En su obra Las energías del hombre nos describen un caso en que un amigo suyo practicó ciertas disciplinas yogas hindúes, con un maravilloso resultado.

La higiene interior es de importancia vital, en la medida en que atañe a la integración psíquica y a la práctica de la concentración. Sabemos que la mente humana se trastorna y agita sobremanera cuando obran algunos impulsos primitivos y emociones secundarias, tales como la ambición, la ira, el odio, los celos y la envidia. También sabemos por nuestras propias observaciones y experiencias, que mientras las tendencias de las emociones incontroladas conservan su fuerza, la mente no encuentra reposo. Patanjali aconseja, en el primer capítulo de sus Aforismos sobre el Raja yoga, el cultivo de la conformidad y el contentamiento, junto con otras cualidades semejantes. También sugiere que cuando una persona exprese formas extremas de suspicacia, celos u odio, se le aconseje cultivar
deliberadamente las tendencias opuestas. Nada peor para la paz y la felicidad humanas que estas emociones nocivas. Sabemos, por el estudio de distintos casos, que muchas vidas humanas se frustran por completo debido a la confianza, el odio, los celos, la ira y la ambición desenfrenada. Patanjali sostiene que es necesario inducir a los hombres imbuidos de estas tendencias, ya sea con razón o sin ella, a que cultiven los sentimientos de amistad, generosidad y afecto hacia aquellos individuos contra los cuales dirigen su malevolencia, A veces puede resultar penoso y desagradable, pero debemos tratar de crear, al menos subjetivamente, tendencias constructivas, puesto que ellas nos ayudan a atemperar el carácter díscolo de la mente.

A medida que luchamos para vencer las condiciones perturbadoras de la mente que tienen su origen en el desengaño la frustración o el conflicto, debemos cultivar positivamente la facultad de concentración y meditación. Tratase de una situación característica en que suele hallarse la mayoría de la gente; es, prácticamente, un círculo vicioso. Un individuo no puede poseer la facultad de concentración apropiada si no ha logrado disipar, en cierta medida, los impulsos antagónicos y el sentimiento de frustración. Inversamente no podrá sobreponerse a estos elementos perturbadores de la mente, a menos que trate de alcanzar la facultad de concentrarse. Por eso, debemos tratar deliberadamente de combinar el proceso de separación de los conflictos y frustraciones mediante el método positivo de cultivo de las emociones opuestas y constructivas de índole superior, con la práctica constante de la meditación.

Por otra parte, es conveniente tratar de relajar el cuerpo cuando se practica la concentración.
El sistema nervioso de la mayoría de la gente se halla en tal grado de tensión, que a veces, aun cuando el sujeto desea dormir, no logra descansar satisfactoriamente. El relajamiento físico es en extremo útil para el reposo mental, por lo cual los psicólogos hindúes aconsejan sentarse en una posición relajada (asana) y dejar flojo todo el sistema neuromuscular. Esto ayuda gradualmente a relajar a voluntad el sistema nervioso. Aunque parezca improbable, la experiencia revela que la práctica matutina y vespertina de estos ejercicios contribuyente a la relajación el sistema neuromuscular también a otras horas. Se ha comprobado, asimismo, que cuando aparecen ciertos factores de excitación, es posible relajar a voluntad el sistema neuromuscular y eliminar la tensión nerviosa junto con las consiguientes perturbaciones psíquicas. No queremos decir con ello que la mente sea producto del sistema nervioso; pero no podemos dejar de reconocer que, en estas primeras etapas del aprendizaje, la mente depende aún en gran medida del tipo de funcionamiento del sistema nervioso. Sin embargo, llega un momento, en el curso del desarrollo, en que la propia mente puede controlar por entero al sistema nervioso.

La respiración rítmica (pranayama) también es de suma eficacia, según se ha podido comprobar. Cuando se la practica, el sistema nervioso se tranquiliza y la mente se serena.
Algunos psicólogos de la India, especialmente los Raja Yogis y los Hatha Yogis, aconsejan cierto tipo de ejercicios respiratorios para la practica de la concentración, si bien es necesario andarse con prudencia y cuidado al adoptar los ejercicios respiratorios de tipo vigoroso.

Algunas prácticas pranayamas algo rigurosas, sólo deben seguirse bajo la dirección de un maestro experto, acompañando la ejercitación con ciertas prescripciones dietéticas y una estricta disciplina mental. Es necesario evitar terminantemente la ingestión alimento o bebida de acción estimulante o adormecedora. De otro modo, se corre el riesgo de provocar trastornos tanto en el sistema nervioso como en la mente. Sin embargo, en muchos casos basta una simple respiración rítmica de corta duración. Queremos dejar bien aclarado que, si bien tanto los ejercicios respiratorios simples como los vigorosos contribuyen al relajamiento, no son en absoluto necesarios para la práctica de la concentración.

Después de lograr el relajamiento durante algunos minutos, debemos tomar un símbolo o aspecto personal de Dios a fin de centrar en él nuestra mente. En la práctica de la concentración, debemos eliminar todo pensamiento que no sea ese símbolo o aspecto particular de Dios. En efecto, debemos enfocar la mente integra sobre ese ser o tema específico de la concentración y retenerlo en el pensamiento el mayor tiempo posible. Al principio, se observará que la mente trata de evadirse hacia pensamientos previos y hacia los objetos de los sentidos experimentados con anterioridad. En este caso debemos tratar de sustraer la mente y la influencia de estos objetos y pensamientos (pratahara).

Desgraciadamente, la práctica demuestra que en esas ocasiones suelen acudir. Es precisamente en esta razón que dijo Jesús: “Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti.
“Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente”

Patanjali y otros grandes psicólogos de la India siempre insisten en que debe cultivarse la serenidad de la mente, adoptando una filosofía sana de la vida.

Como dijimos antes, debemos crear deliberadamente una atmósfera grata y amistosa en nuestro derredor. Debemos tratar de sobreponernos al odio, la envidia, los celos y demás sentimientos negativos, a fin de procurarnos un estado mental sereno. En este sentido, es absolutamente imprescindible adoptar principios éticos sanos. A medida que la mente se serena y relaja, se hace más fácil la concentración en el objeto deseado (Ishta). Pero la mente debe ceñirse siempre a un solo punto (dharana).

No debemos desanimarnos y abandonar la práctica de la concentración cuando nos resulte difícil mantener el pensamiento en Dios durante más de algunos segundos. Si perseveremos algunos en el práctica de la concentración, finalmente adquiriremos la facultas de mantener continuamente el pensamiento en el aspecto particular o símbolo deseado de Díos. Al principio, debemos pasar por alto la movilidad de la mente. No es sino natural que la mente se muestre considerablemente agitada durante el primer período de práctica de la concentración, puesto que todavía gravitan en ella una cantidad de móviles, tendencias subconscientes, conflictos y perturbaciones. Pero la experiencia demuestra que en poco tiempo la mente se serena y se torna constante. El progreso depende de la intensidad de la práctica.

El resultado de la práctica de la concentración y de la meditación depende de la elección del objeto. A veces resulta risueño comprobar que algunas gentes que pretenden desarrollarse espiritualmente centran el pensamiento en un objeto indiferente. En Raja Yoga, Patanjali describe detenidamente los diversos tipos de objeto de concentración que el discípulo debe adoptar por distintas razones. Si concentramos la mente en partículas o entidades materiales, podemos adquirir, sin duda, la facultad de concentración; pero el resultado será muy distinto del que obtendremos si nos concentramos en un aspecto de Dios. El hombre puede de alcanzar extraordinarias facultades mentales ocultas, psíquicas, etc., como la meditación, la suspensión de la respiración, la irradiación de luz, la lectura del pensamiento y la transferencia del pensamiento. También puede lograrse el control de algunas leyes de la naturaleza, mediante la concentración sobre distintos objetos materiales y otros objetos sutiles.

Estos tipos de concentración pueden satisfacer la curiosidad de ciertos individuos y suministrar, asimismo, una suerte de poder sobre la naturaleza y la gente; pero, en última instancia, no contribuyen a la integración de la personalidad total del individuo. Hace algunos años, un hombre oriundo de la India, Coda Box, hizo una demostración de su facultad de salir ileso, después de haber sido sometido a la acción del fuego, en presencia de la Asociación Médica de Londres. Sin duda debe haber sido una exhibición interesante y asombrosa. Nosotros conocemos personalmente, en la India, algunos individuos dotados de extraordinarias facultades, con las cuales parecen poder burlar lo que llamamos “Leyes de la naturaleza”. Pero debemos agregar francamente que dichos sujetos no han logrado la integración de sus personalidades, pese a este insólito despliegue de poder. No podemos
considerarlas, pues, personas espirituales. Lo que debe interesarnos primordialmente es el desarrollo mental y la evolución espiritual, y no el control de las leyes de la naturaleza o la exhibición de extraordinarias facultades psíquicas y ocultas.

Los Raja Yoghis, los grandes psicólogos hindúes, previenen a la gente contra la exhibición de dichos poderes. Buda acertó a convertirse en uno de sus discípulos y desarrolló, inconscientemente, algunas facultades extraordinarias, cuyos hechos se conocen corrientemente como milagros. A muchas personas pertenecientes a ciertos grupos cristianos les entusiasman estos milagros porque Jesús también los ejecutó. Pero no se dan cuenta de que un hombre se su clase tenía que poseer la facultad de permanecer a los milagros, puesto que El se hallaba arraigado en la conciencia de Dios. He aquí: “La generación mala y adulterina demanda una señal”.

Otras autoridades hindúes también nos enseñan que las facultades extraordinarias (siddhis) son obstáculos para la evolución mental y espiritual superior. Patanjali describe los métodos para desarrollar esas facultades, pero advierte luego que un sincero buscador de la verdad no debe permitirse estas prácticas. Sri Ramakrishna previene enfáticamente contra la manifestación de estos poderes extraordinarios, ocultos y psíquicos. En efecto, declara categóricamente que un hombre no puede evolucionar espiritualmente mientras su intelecto se ocupa en su práctica; además opina que en el curso de la expresión de estas facultades el sujeto se degrada. Y agrega: “No acudáis a los mercaderes de milagros y los exhibicionistas de poderes ocultos. Estos hombres son ovejas descarriadas de la senda de la verdad. Sus mentes se han enredado en los lazos de los poderes psíquicos, que jalonan el camino del peregrinaje a Brahmán (el Absoluto)”.

Sus grandes discípulos también nos disuadieron a todos nosotros de cultivar dichas prácticas.
Por todo ello que estamos profundamente convencidos de que debemos tener extremo cuidado en la elección del objeto de concentración.

Cuando la concentración es muy profunda y la mente no vacila sino que permanece enfocada en el sujeto pensado, estamos entonces ante la meditación ( Niyana). Según los psicólogos hindúes, la meditación no es tan sólo un bello pensamiento, un vuelo poético o una libre fantasía de experiencia agradables, sino también la profundidad de la concentración en que la mente fluye ininterrumpidamente hacia un objeto dado. No se trata de una sucesión de muchos pensamientos sobre el mismo objeto. En la mente no debe registrarse la menor intermitencia. De modo que un hombre estará realmente meditando cuando su mente se haya liberado de todo otro pensamiento y se encuentre totalmente enfocada en el objeto de su concentración.

Los métodos para la práctica de la concentración difieren, sin embargo, según los diversos tipos de mente. Hay algunos psicólogos que propician la práctica de vaciar la mente por entero, para esos ejercicios. Así, aconsejan al estudiante que convierta a la mente en un vacío, eliminando o controlando todos los pensamientos que traten de aflorar. Sin embargo, es ésta una forma peligrosa de iniciación. Cuando el sujeto carece de la suficiente fuerza mental, es posible que al quedar en su estado pasivo negativo, entren en actividad los impulsos subconscientes, aprovechando que han desaparecido todos los controles y censuras.

Algunos grupos modernos afirman que logran escuchar la voz y las indicaciones de Dios, manteniendo la mente vacía de todo pensamiento. Sin embargo, es algo arriesgado confiar plenamente en la eficacia de dichas experiencias. Las personas más débiles (como lo son casi todos los principiantes) poseen mentes no integradas, llenas probablemente de residuos de experiencias pretéritas, alojadas en la región subconsciente y que, al aflorar, pueden ser erróneamente considerados como las directivas de Dios. Esta falsa “guía” puede consolarnos, brindándonos una especia de autosatisfacción; pero no contribuye en lo más mínimo a integrar y fortalecer la mente para alcanzar una evolución espiritual más elevada. Es nuestra opinión, pues, que no conviene adoptar este método en las etapas iniciales de la práctica de la concentración, a menos que se disponga de una guía adecuada. En caso contrario podría resultar a larga sumamente decepcionante. Los últimos filósofos budistas, maestros religiosos y psicólogos comprendieron las limitaciones de este tipo de meditación. En consecuencia, preconizaron la adopción del aspecto personal de Buda como objeto de concentración, meditación, reverencia, adoración y amor. También comenzaron a utilizar símbolos y formas, y desarrollaron una ciencia de la simbología. Sin embargo, debemos
admitir que en toda época existen algunas personas altamente intelectuales capaces de adoptar este método con éxito, aun en el comienzo mismo de las prácticas.

La mayoría de los principiantes deben adoptar como objeto de meditación un aspecto personal de Dios. Lo más conveniente es elegir un aspecto que se acomode al temperamento y estructura personal del sujeto. Sin un cristiano ardiente desea practicar la concentración deberá escoger a Jesús o a la Virgen como objeto ideal, concentrado el pensamiento en uno u otro.

Si el objeto, en cambio, es hindú, podrá tomar cualquiera de las Encarnaciones veneradas por su religión. Si pertenece a la tradición judía, escogerá un aspecto de Dios que se adapte a su sentir, según la tradición y cultura hebreas. Hay quienes creen ser incapaces de adoptar un aspecto corporal de Dios como tema de concentración. A veces - para decirlo en términos filosóficos - les resulta difícil aceptar a Dios como una persona sin forma. En todo el mundo hay gente que siente afectado, casi, su sentido de dignidad, cuando se le pide que asocie el Infinito, el Absoluto, con un cuerpo y una forma. Desde un punto de vista racional, no hay ninguna objeción valedera contra la adopción de un aspecto físico de Dios. Por cierto que es posible tener una concepción del Absoluto según la cual carezca de atributos y esté más allá de la relación espacio tiempo; pero el aspecto corporal de Dios constituye la comprensión más elevada de lo Impersonal, al alcance de la mente humana. Es decir que cuando la mente humana de comprender a Dios. Necesariamente debe pensar en Él en función de sus experiencias. En esta etapa, nuestras mentes se hallan en un estado tal que no nos es posible
concebir una cosa sin nombre, sin forma y sin las cualidades que se dan en el tiempo y el espacio. Es casi imposibilidad fijar el pensamiento por lo demás, sumamente móvil al principio en algo que no puede siquiera ser concebido por la mente. Y aquí podemos ilustrar de nuevo lo que afirmamos con un ejemplo tomado de la electricidad. No se le puede enseñar a un niño o a un adulto medio la naturaleza de la electricidad sin señalarle sus manifestaciones a través de la luz. El calor o el movimiento. Un sujeto comprende la electricidad cuando se le revela su poder bajo la forma de una lámpara, una estufa o un motor. Ello se debe a que no comprende la electricidad abstracta; por consiguiente, si ha de concentrar en ella su pensamiento, deberá concebirla en alguno de sus estados manifiestos, a saber: luz, calor o movimiento. De modo semejante, si hemos de concentrarnos en Dios, en el Absoluto, nos resultará más fácil hacerlo cuando enfoquemos la mente sobre su estado
manifiesto, como Dios visible, ya se trate de una Encarnación o un símbolo, a saber, sakar y saguna (que tiene forma y atributos).

Debemos preocuparnos por comprender perfectamente el símbolo empleado, a fin de que resulte eficaz en la práctica de la concentración. En efecto, debe significar las cualidades universales e Dios; de otro modo, no nos brindará la deseada comprensión espiritual. Con todo, puede promover la facultad de concentrarse y, de este modo, contribuir a desarrollar poderes ocultos o psíquicos u otros fenómenos extraordinarios.

Es conveniente enfocar la mente sobre un aspecto visible y corporal de Dios o una Encarnación y meditar en El si queremos dirigir hacia El nuestras emociones. A todo hombre le resulta fácil y natural pensar en una persona amada. Así ninguna madre debe esforzarse para pensar en su hijo; a ningún cónyuge le molesta pensar en el otro; una persona no necesita disciplinarse para pensar en sus amigos queridos, etc., pues en todos estos casos existe una atracción emocional inherente los objetos de nuestros cuidados. Esta es la razón por la cual Patanjali y otros psicólogos hindúes, al igual que los grandes místicos cristianos, budistas y judíos defienden el cultivo del amor por un aspecto personal visible de Dios.

Otra variante es tomar a Dios con cualidades y atributos, pero sin forma corporal (saguna y nirakara). Hay muchas personas, tanto en la India como en occidente, que prefieren un aspecto personal de Dios; aunque también los hay a quienes no les importa pensar en Dios con forma física. Creen estas personas que Dios posee atributos y cualidades como la “conciencia” y el “amor”, pero sin forma. Cabe mencionar, especialmente, las escuelas filosóficas personalistas de América y Europea, calurosamente defendida por Brow, Brightman, Hocking y otros, si bien difieren en su interpretación de las cualidades y atributos. Según Brightman: “Dios es una persona de suprema conciencia, supremo valor y suprema creatividad, aunque limitado, tanto por la libre elección de los demás persona; como por la restricciones inherentes a su propia naturaleza”.

Debemos dejar bien sentado que la concepción hindú del Dios impersonal no significa que Dios que no sea un Ser conciente. Según los impersonalistas o Absolutistas de las escuelas hindúes, Dios carece de atribuidos y formas (nirguna y nirakara), es invisible y está más allá de las categorías de la mente: Existencia, conciencia y Absoluto-Bienaventuranza (Satchidananda). El es la Conciencia Misma; Su ser irradia conciencia y luz. “Yat Vai Tat Sukham Raso Vai Saha, Rasam Hyevayam Labdhwandi Bhavali”. “Aquel que es el propio Autor de sus días, es la alegría misma.

Cuando alcanza esta dicha, el hombre se toma bendito”. Dios está más allá de la conciencia empírica, tal como lo entiende la mente finita, y está más allá de la mente y el lenguaje. “Avam Manasah Gocharam”. “Allí no llego yo, ni el lenguaje ni la mente” “Este Atman jamás podrá ser alcanzado por el lenguaje ni por la mente”. Sri. Sankaracharya y otros no dualistas lo explican diciendo que Es la Existencia Absoluta. La Conciencia y la Bienaventuranza. Está más allá de la expresión y la interpretación humanas. Por su parte, Sri Ramakrishna, expresa: “Lo Absoluto y lo Incondicionado no pueden expresarse en los términos de lo Relativo y lo Condicionado. El Infinito no puede expresarse en términos Finitos”. Y Swami Vivekananda: “El Dios Personal es la lectura más elevada a que puede aspirar, de ese Impersonal, el intelecto humano”. Sri Ramakrishna concilia las tres actitudes e interpretaciones de Dios aparentemente discrepantes, considerándolas tres aspectos diferentes de una misma realidad. A saber: 1) Corporal y visible, con atributos; 2) Invisible, pero con
cualidades y atributos (como creen los Personalistas americanos y algunos hindúes y musulmanes); 3) Invisible y más allá de todas cualidades y atributo. Estos aspectos de la Realidad pueden llegar a ser comprendidos por los amantes de la verdad en las distintas etapas evolutivas, mediante la disciplina espiritual.

Es importante recordar que la adquisición de poder mediante la concentración y la meditación, y la subsiguiente evolución espiritual, depende en gran medida de la elección del ideal o Ishta. Un maestro de una elevada autoridad espiritual puede descubrir las exigencias espirituales y las tendencias intrínsecas del discípulo, ayudándole a elegir el objeto más adecuado para la meditación.

Los psicólogos Hindúes y maestros espirituales hacen considerables hincapié en la elección individual del ideal, puesto que no hay dos mentes idénticas; igualmente, no puede haber dos mentes con idénticas relaciones y actitudes hacia Dios, aun cuando haya sido educadas en la misma tradición y dentro de igual cultural. La experiencia ha demostrando que los distintos miembros de una misma familia pueden presentar una devoción afectiva orientada hacia aspectos diferentes de Dios y vivir juntos en prefecta armonía, pese a dicha divergencia. Por consiguiente, los psicólogos hindúes insistentes en que las instrucciones para elegir el objeto de meditación se imparten en forma individual.

En la gran mayoría de los casos de relación divina, la gente debe cultivar una atracción por Dios, creándose una imagen de él. La adoración externa e interna y el curso de los incidentes de las vidas de las personalidades divinas, sirven para estimular los pensamientos sobre Dios.

En la práctica de la meditación es de utilidad la repetición del nombre de Dios. Los hindúes han desarrollado toda una ciencia del nombre de Dios (mantra vidya), como así también una ciencia del culto. Podría escribirse un tratado entero sobre la técnica del mantra solamente.

Sin embargo, debemos decir que los diferentes aspectos de Dios están representados por nombres especiales. Los aspectos, nombres y formas son inseparables. “La palabra que lo manifiesta es Om”. La repetición de esta palabra (Om) y la meditación sobre su significado constituyen el mejor procedimiento”. Cuando un fiel repite un nombre determinado de Dios, el aspecto designado por dicha palabra se convierte en factor dominante de su vida. Cuando más repita el nombre de Dios que se adapta a su personalidad tanto mejor comprenderá la presencia de Dios. Esta repetición establece definitivamente un vínculo de amor entre Dios y Fiel. La historia registra que muchos fieles alcanzaron los estados más elevados del desarrollo y la integración mentales, como así también de la evolución espiritual, merced a la repetición del nombre de Dios. No estará de más insistir aquí en que se necesitan instrucciones especiales para elegir el nombre específico de Dios asociados con uno de sus aspectos particulares.

Estos procedimientos son sumamente eficaces para establecer con Dios un vínculo emocional más elevado. Una vez establecido, la concentración y la meditación se tornan espontáneas y agradables. Entonces no hace falta luchar para sustraer la mente a la influencia del mundo objetivo de los sentidos. En estas condiciones, la mente fluye naturalmente hacia Dios. He aquí cómo se expresa Swami Brahmananda: “Pensemos en Él mientras comemos, mientras estamos sentados o nos hallamos entregados al reposo. Si efectuamos nuestros ejercicios de este modo, no tardaremos en comprobar que, al sentarnos a meditar, nuestra mente se concentra naturalmente en la idea de Dios. Y así que la mente se abstrae en su meditación, una fuente de dicha comienza a manar en nuestro interior“.

Todos los maestros religiosos, los grandes hombres de Dios, admiten la existencia de una relación insoluble entre el alma individual y el “alma superior” o Dios. Sin embargo, dado que nuestras mentes se hallan tan preocupadas con las experiencias objetivas del mundo, y son presa de intereses y conflictos divergentes, no es fácil ni natural, para la mayoría de la gente, sentir el influjo de Dios. En consecuencia, las prácticas antes mencionadas se tornan en extremo útiles para serenar la mente, unificar las emociones y, finalmente, para permitir a una persona el goce de la meditación.

También existen métodos para el entrenamiento gradual de los individuos que no tiene ninguna inclinación a pensar en un Dios personal. A las grandes mentes científicas o a los pensadores racionalistas les cuesta adoptar una personalidad como tema de concentración.

Veamos lo que dice al respecto Sir Arthur Freith: “Creía entonces igual que ahora, que la palabra <Señor> es peligrosa y demasiado proclive a asumir forma humana; y por cierto que la asumió efectivamente en la mente de mis críticos.
Mis colaboradores han tenido más suerte en su elección; así, hablan de <una esencia inmortal>, <una penetrante fuerza espiritual>, <un principio conducente al bien>, <una grancausa primera>… Quizá el poeta tenga razón al decir que el universo es el atavío visible de Dios; pero para ese Dios o Creador, la ciencia tiene una nomenclatura completamente diferente.”

Existen muchas personas de este tipo, a quienes les resulta difícil tomar un aspecto personal de Dios, ya sea con forma o sin ella, o del “Señor, que es una elección poco feliz”, según Sir Arthur. En estos casos, deben adoptar el aspecto impersonal de Dios, aunque dicho Ser Impersonal esté por ahora más allá de las categorías de la mente humana. Esa es precisamente la razón por la cual Swami Vivekananda, aconsejó vehementemente el empleo de un símbolo o sustituto del Impersonal.

Desgraciadamente como ya explicamos nuestras mentes humanas no pueden adaptarse de inmediato a un objeto de meditación desprovisto de cualidades, atributos, nombres y forma. Si bien a estas personas les resulta “poco feliz” y difícil aceptar intelectualmente un aspecto visible de Dios, sus mentes no se hallan suficientemente preparadas para ir más de la relación espacio tiempo y de las condiciones de nombre y forma. El Ser Incondicionado, el Absoluto, no puede ser objeto de pensamiento y meditación en su estado actual de desarrollo.

A medida que practicamos la concentración, seguimos cultivando el pensamiento. Por eso los psicólogos hindúes recomiendan vehementemente el uso de símbolos, tales como la luz o el sentido universal, para representar las cualidades universales de lo Impersonal. He aquí lo que dice al respecto Sri Ramakrishna: “La clave para la comprensión del Absoluto reside solamente en la Divina Persona, el Saguna Brahman de los Upanishads, el Dios Personal de los Fieles”. Cuando una persona se halla preparada para meditar en el aspecto personal de Dios puede trascender las limitaciones de tiempo, espacio y causación, alcanzando lo Impersonal; pero es casi imposible, para un individuo medio, enfocar la mente sobre el Ser Impersonal, el Absoluto, al comenzar la práctica de la concentración y la meditación.

Muchas personas pueden hallarse intelectualmente bien desarrolladas y estar emocionalmente, por desgracia, en el último peldaño de la escala. Por eso, existe una considerable confusión en su pensamiento, como así también en su práctica de la meditación.

A veces encontramos que la gente de este tipo no logra satisfacerse con la meditación, debido a que no acepta a un Dios personal como ideal, ni consigue alcanzar el Impersonal. Al parecer, ambas alternativas le están vedadas. La solución consistiría en comprender que, si bien el Impersonal puede ser un objeto último de meditación, por ahora, debido al modo peculiar de su constitución, no deben dejar adoptar un aspecto visible de Dios o símbolo del Impersonal. A su debido tiempo, cuando hayan evolucionado interiormente, habrán de encontrar que también ellos pueden transponer los límites de la mente y llegar al Absoluto.

Algunas personas que exteriormente parecen intelectuales, poseen interiormente un alto grado de desarrollo emocional. A veces su vida emocional parece ser presa de la frustración y de la insatisfacción. En este caso, de nada le serviría la meditación en el Impersonal: lejos de ello, habría que convencerlos racionalmente de que por razones psicológicas y para la unificación de sus emociones, deben dirigir la mente hacia un aspecto personal de Dios.

Entonces, una vez alcanzada la estabilidad mediante este método, desaparecerán los conflictos emocionales; el sentimiento de frustración dejará de asaltar a la mente y se obtendrá una profunda satisfacción interior. Como resultado de ello, el individuo irá alcanzando gradualmente la madurez necesaria para la meditación en el Impersonal. La historia religiosa del mundo nos demuestra categóricamente que ha habido personas que iniciaron sus prácticas espirituales, como así también los procesos de concentración y meditación, con un aspecto personal de Dios y que luego evolucionaron paulatinamente hasta alcanzar el Impersonal. He aquí lo que expresa al respecto Swami Brahmananda: “Lo mejor es partir del Dualismo. Si se avanza corto trecho por este camino, no se tardará en encontrar que se llega naturalmente al No-Dualismo. Ver a Dios fuera de nosotros constituye una senda acertada. Posteriormente será posible ver a Dios dentro de uno mismo. Y ésta es
la forma más elevada de meditación”.

Hay innumerables variantes en la constitución mental y en las tendencias intrínsecas de los distintos individuos; y según vimos, los detalles de los métodos para la práctica de la concentración y la meditación varían en consecuencia. Tal la razón por la cual Swami Brahmananda sostiene categóricamente, en su obra Enseñanzas Espirituales, que la instrucción individual o lo que los hindúes denominan técnicamente iniciación es absolutamente necesaria en la India.

Todos los libros sobre psicología superior e instrucción espiritual hacen hincapié en este punto. Así, dice Swami Brahmanda: “La iniciación es necesaria porque ayuda a la concentración. Cuando uno está iniciado, conoce el objeto en que debe concentrar la mente. Por lo demás, no es posible permitir que la mente fluctúe de un tema a otro. Si uno, en cambio, no está iniciado, carece de objeto fijo para concentrarse… Resultado de ello es una inconveniente movilidad, y nada más perjudicial para el principiante. Hasta no haberse sobrepuesto a dicho estado y haberlo reemplazado con una serena actitud d la mente, la comprensión espiritual seguirá siendo una meta inalcanzable”.

Sin embargo uno puede emprender la práctica de concentración y la meditación por su propia cuenta hasta encontrar una persona que le imparta inyecciones precisas. Con tal fin, daremos algunas ideas orientación general.

El momento más oportuno para práctica es la conjunción del día con la noche, vale decir, la madrugada o el atardecer. Esto no siempre puede ser poético para muchos occidentales, puesto que su vida de rutina esta saturada de actividades. Para ellos será más conveniente practicar la meditación inmediatamente después de despertarse, pues es entonces, generalmente, cuando la mente se encuentra más serena. Asimismo, es posible practicar en las primeras horas de la noche o un poco antes de acostarse. Por último, hay quien considera que el mediodía también es una hora adecuada.

Antes de sentarse a meditar es necesario refrescarse luego se elige un rincón tranquilo y, de ser posible, un asiento especial para la práctica cotidiana. Un factor de vital importancia para el ejercicio de la meditación es la regularidad. “Cuando uno se ejercita regularmente a cierta hora del día, la mente contrae el hábito de serenarse, sobre todo a esa hora. Puede comenzarse con períodos de diez minutos, prologando luego paulatinamente dicho lapso.

Debe recordarse que un principiante no debe exagerar las cosas y comenzar de golpe con largos períodos de ejercitación o sentarse a meditar durante períodos variables. En estos casos, la gente suele experimentar una reacción desfavorable, sobre todo si se muestra en extremo celosa durante algunos días y luego abandona por completo la práctica de la concentración y la meditación. La inconstancia, tanto para la hora como para la duración de los periodos, es un obstáculo en el camino hacia la unificación de la vida mental.

El principiante debe empezar por relajar todo el cuerpo y sentarse en posición erguida, manteniendo derecho el tronco y la columna vertebral. No es esencial sentarse en cuclillas, puesto que ello fuerza las articulaciones, los músculos y los ligamentos. La postura adecuada es importante; pero lo primordial es estar cómodo, pues de otra manera la mente se distrae y ve obstaculizando su propósito. Debe recordarse siempre que la meditación se halla fundamentalmente vinculada con la psiquis. Los ejercicios postulantes y respiratorios son de orden secundario y sólo tienen por objeto ayudara a la mente a serenarse.

Después de haber relajado el cuerpo y haber adoptado una adecuada posición sedente, deberá tomarse un aspecto o símbolo de Dios- Según dijimos antes y enfocar la mente sobre ese aspecto y nada más que sobre ese aspecto. Es necesario visualizar la forma o símbolo en el interior de uno mismo. Cierto es que a algunas personas les resulta conveniente visualizar afuera el objeto de la concentración; pero es mejor tratar de pensar al ideal dentro de uno.

Entonces a medida que se desarrolla la conciencia del ideal interior, uno se percata de su presencia en el exterior y en la demás gente. Al principio cuesta visualizar el ideal, en el interior, pues generalmente estamos acostumbrados a experimentan las cosas objetivamente.

Es conveniente colocar una imagen del aspecto particular de Dios o del símbolo de Dios escogido, en la habitación o habitaciones que más frecuenta el principiante. La impresión visual del ideal favorecer la ulterior visualización. Esto resulta sumamente útil para la práctica de la concentración, puesto que crea una forma pensada, conciente e inconsciente del ideal. También es útil para la concentración repetir el nombre de Dios especialmente el de aquel aspecto en el cual se medita. Dice Swami Brahmananda: “Cuando uno se sienta a meditar, debe comenzar a pensar en una divina forma bienaventurada. Esto surtirá un efecto sedante sobre los nervios. De otro modo, se correrá el riesgo de que la meditación se torne árida y tediosa. Tenemos que pensar en la forma del ideal escogido, sonrientes y llenos de dicha”.

No nos gustaría finalizar el capítulo sin formular una última advertencia al principiante, para que no se desaliente cuando le resulte difícil visualizar el ideal o sentir la presencia de Dios.
A veces los novicios piensan que quizá otro símbolo fuera mejor para la concentración que el ya elegido; sin embargo, no debe cambiarse el objeto por ningún otro hasta que el sujeto no se haya asentado cabalmente en el mismo y esté preparado, en consecuencia, para el cambio.

Esto no supone necesariamente una limitación; el principiante debe recordar que los otros objetos y símbolos son expresiones del mismo Dios o Absoluto, aun cuando cierto aspecto dado sea más apto que los otros para el desarrollo superior del individuo. Se requieren de seis meses a un año para sentir el efecto de la práctica constante, al iniciarse el adiestramiento psicológico, dado que es necesario cambiar las formas pensadas. Hemos advertido que muchos residuos de experiencias pretéritas permanecen en las zonas subconscientes y afloran a la superficie, perturbando el funcionamiento mental. También se ha comprobado que algunas impresiones sutiles provenientes de otras mentes, influencias externas y corrientes de pensamientos negativas, a menudo afectan al sujeto mientras se esfuerza por meditar. No debemos desalentarnos por ninguna de estas influencias, ni debemos detenernos a considerar si progresamos o no. En su lugar, debemos perseverar firmemente en la ejercitación, durante cierto tiempo. Entonces empezaremos a sentir el efecto de la meditación por la relajación mental y física, por el sosiego y también por la propia calidad de la meditación. Es dable
observar, asimismo, que las cualidades éticas y espirituales superiores no tardan en tomarse manifiestas en la persona que practica la concentración y la meditación. He aquí el consejo de Swami Brahmananda a los principiantes: “Por lo tanto, convendrá meditar un poco todos los días, sin dejar uno solo sin hacerlo. La naturaleza de la mente es tal que tiende a escaparse como una criatura movediza. Siempre que quiera escabullirse, deberemos retraerla y obligarla a meditar en Dios. Si logramos sostener esta lucha durante dos o tres años, obtendremos un goce inefable”.

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