viernes, 23 de junio de 2017

EL PRANA por Yogacharya B.K.S. Iyengar

Todo el mundo desea más energía vital. Si la energía pudiera empaquetarse y venderse en una tienda, sería el negocio más redondo de la historia. Sólo pensar en energía excita y energiza a las personas. Todos quieren saber dónde conseguirla. Pues desde luego ni en paquetes ni en tiendas porque, primero, está en todas partes y, segundo, es gratis.

A Dios le damos muchos nombres, aunque es Uno. Lo mismo sucede con la energía. Hay energía nuclear, energía eléctrica, energía muscular y energía mental. Todas ellas son energía vital o energía de vida, que en sánscrito se llama energía pránica, o simplemente prana. Al prana se le llama chi en China y ki en Japón. Hay quien sugiere que el concepto occidental más cercano a prana es el Espíritu Santo del Cristianismo, un poder sacro tanto inmanente como trascendente. Prana también suele llamarse viento y aire vital. La Biblia empieza con su descripción de la Creación con la frase: «El aliento de Dios se movía sobre las aguas»: Prana es el aliento de Dios. Prana es la energía que permea el universo a todos los niveles. Es energía física, mental, intelectual, sexual, espiritual y cósmica.




Todas las energías vibrantes son prana. Todas las energías físicas como calor, luz, gravedad, magnetismo y electricidad también son prana. Es la energía oculta y potencial que hay en todos los seres, que se libera por completo como respuesta a cualquier amenaza contra la propia supervivencia. Es el motor primero de toda actividad. Es energía que crea, protege y destruye. Los hinduistas suelen decir que Dios es generador, organizador y destructor. La inspiración es el poder generador, la retención es el poder organizador y la espiración, si la energía está viciada, es el poder destructor. Eso es prana en acción. Vigor, potencia, vitalidad, vida y espíritu son todas formas de prana.

Prana suele traducirse como respiración o hálito, pero sólo es una de sus manifestaciones. Según las Upanishads, es el principio de vida y consciencia. Se equipara con el Alma (Atman). Es el aliento vital de todos los seres del universo. Nacen de él y viven de él, y cuando mueren su hálito individual se disuelve en el hálito cósmico. Es la característica más esencial, real y presente en todos los momentos de nuestras vidas y no obstante sigue siendo la más misteriosa. La tarea del yoga, y especialmente del pranayama, es penetrar en el corazón de este misterio. 

Prana, en la forma de respiración, es el punto de partida. El sufijo ayama significa estiramiento, extensión, expansión, longitud, anchura, regulación, prolongación, restricción y control. Por lo tanto, en su forma más simple, pranayama significa la prolongación y restricción de la respiración. Como prana es energía y fuerza vital, pranayama significa la extensión y expansión de toda nuestra energía vital. Debe quedarte claro que no puedes aumentar así como así el volumen de algo tan volátil y explosivo como la energía pura sin tornar medidas para contenerla, aprovecharla y dirigirla. Si de repente te diese por triplicar la potencia de la corriente eléctrica que llega a tu casa, no pensarías que la tetera herviría en una tercera parte del tiempo normal o que tus bombillas darían el triple de luz; sabes que lo que sucedería inmediatamente es que se quemarían todos los circuitos y te quedarías sin nada. ¿Por qué iba a ser diferente nuestro cuerpo? Por eso Patañjali dijo claramente que entre la práctica de asana y pranayama hay un peldaño. Ha de crearse, gracias a la habilidad en asana, la potencia y estabilidad en el circuito corporal para que éste pueda soportar el aumento de la corriente que supone la práctica de pranayama.

Son muchos los que han venido a verme a lo largo de los años acongojados por las desgracias que les han sobrevenido al no respetar esta precaución elemental. A menudo lo que les ocurría es que ignoraban la necesidad de levantar una base sólida y se apuntaron a diversos cursos con la esperanza de dar un salto a una espiritualidad cómoda. Su debilidad corporal y mental les traicionó y agravó sus problemas. El propio Patañjali advirtió de que si la base no es firme se padecerá pesar, desesperación, inestabilidad corporal y respiración irregular. La depresión mental y los temblores que la acompañan son un asunto muy grave. Son extremos, y en su tercer sutra sobre asana, Patañjali dice concretamente que la práctica de asana nos protegerá de los peligros y vicisitudes de los extremos. Llamó extremos a las dualidades. En este contexto significa que hemos de contar con la suficiente fortaleza corporal y mental como para controlarnos a nosotros mismos con sensatez. Comer desaforadamente un día y ayunar al siguiente no es sensato. Si una palabra descortés oída en la oficina te inunda de amargura, de cólera o de resentimiento, entonces tampoco es sensatez. Si todavía oscilamos entre extremos, tanto de conducta como emocionales y mentales, es que no estamos listos para pranayama. Si contamos con una fuerza razonable en cuerpo y nervios, y estabilidad emocional y mental, entonces lo estamos.

Para el Viaje Interior necesitaremos muchísima energía, y una energía muy sutil, de gran calidad. Esta exploración, ocupación e iluminación sin fin requiere la energía especial de prana. Prana es especial porque conlleva percepción consciente. Es vehículo de consciencia. Si quieres enviar tu consciencia a la célula más lejana del dedo gordo de tu pie, prana la llevará hasta allí. Cuando se cuenta con un flujo suficiente de prana se puede difundir interiormente la consciencia por todas partes. Para conseguirlo es necesario generar mucho prana. Para generar prana hay que cultivar la extensión, la expansión, el control y la restricción de la respiración normal. Igual que en el anterior capítulo utilizamos estos términos para nuestra práctica sobre la envoltura anatómica y más externa del ser, annamaya kosa, ahora los utilizamos para la segunda envoltura, el cuerpo fisiológico u orgánico, pranamaya kosa. Tras fortalecer nuestra naturaleza conocida mediante asana, ahora añadimos una segunda cuerda a nuestro arco con el cultivo de la respiración. Al hacerlo generamos más energía. Con más energía podremos explorar y penetrar más en el interior.

Tanto si hablamos de la envoltura más externa como si lo hacemos de ésta, más interior, siempre utilizamos la luz de la percepción consciente. Prana siempre está presente a la hora de llevar esa luz de la percepción consciente, sólo que ahora la generamos y dirigimos conscientemente. En la filosofía yóguica se considera que tanto la energía (prana) como la consciencia (chitta) evolucionan directamente de la inteligencia cósmica (mahat). Mahat es la inteligencia universal de la naturaleza. Las piedras cuentan con inteligencia universal. Todas las hojas la tienen. Todas las células de todas las criaturas la tienen. Es omnipresente e infinita. El genio de la inteligencia de la naturaleza es la autoexpresión. Por eso la naturaleza es infinitamente variada, infinitamente inventiva. Prana es nuestro vínculo con esta inteligencia infinita. Es una pena que tengamos ese acceso disponible y que ignoremos su uso y su desarrollo. Somos como alguien con una vasta fortuna guardada en una cuenta bancaria y que olvidase el número, y tuviera que arrastrarse en la miseria. Vivimos en el interior de nuestra consciencia individual con su limitada inteligencia, sintiéndonos a menudo solos e insignificantes, cuando existe un conducto que da acceso directo a la consciencia e inteligencia cósmicas. Prana fluye a través de ese conducto, uniendo a todos los individuos entre si y con el principio original de la naturaleza. El pranayama tiene por objeto restaurar ese conducto para que la inteligencia que transporta la energía del macrocosmos pueda iluminar nuestro microcosmos.


Fuente: "Luz Sobre la Vida" B.K.S. Iyengar

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