miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA ESTRUCTURA DE LA EXPERIENCIA PSÍQUICA

 Mircea Eliade

El Yoga clásico comienza allí donde termina el Samkhya. Patanjali se apropia casi enteramente de la dialéctica Samkhya, pero no cree que el conocimiento metafísico pueda, por sí solo, conducir al hombre hacía la liberación suprema. En efecto, la gnosis no hace más que preparar el terreno con miras a la adquisición de la libertad (mukti). La liberación debe ser conquistada, por decir así, merced a una lucha superior, especialmente por medio de una técnica ascética y de un método de contemplación que no son otros que el Yogadarsana.

La finalidad del Yoga, como la del Samkhya, es la de suprimir la conciencia normal en provecho de una conciencia de otra calidad, capaz de comprender exhaustivamente la verdad metafísica.

Ahora bien, la supresión de la conciencia no es, para el Yoga, fácil de conseguir. Además de la gnosis, el darsana implica también "una práctica" (abhyasa), una ascesis (tapas), en resumen: una técnica fisiológica, de la cual es subsidiaria la técnica estrictamente psicológica.

Patánjali define así al Yoga: "Supresión de los estados de conciencia" (Yogah cittavrttinirodhah, Yoga-Sutra, I, 2). La técnica yogui presupone, en consecuencia, el conocimiento experimental de todos los "estados" que "agitan" a una conciencia normal, profana, no iluminada. Esos estados de conciencia son de cantidad ilimitada.

Pero todos están incluidos en tres categorías, correspondientes a tres posibilidades de experiencia, respectivamente: 1°) errores e ilusiones (sueños, alucinaciones; errores de percepción, confusiones, etc.);
2°) la totalidad de las experiencias psicológicas normales (todo lo que siente, percibe o piensa el profano, el que no practica el Yoga); 3°) las experiencias parapsicológicas desatadas por la técnica yogui y accesibles sólo a los iniciados.

Para Patanjali, a cada una de esas "clases" (o categorías) de experiencias, corresponde una ciencia o grupo de ciencias, de acuerdo a las cuales se regula la experiencia, y que obligan a la experiencia a volver a los límites asignados cuando ésta se extralimita. La teoría del conocimiento, por ejemplo, lo mismo que la lógica, tienen por tarea evitar los errores de los sentidos y las confusiones conceptuales.

La "psicología", el derecho, la moral tienen por objeto la totalidad de los "estados de conciencia" de un hombre "normal", estados que al mismo tiempo aquéllas avalúan y clasifican. Como, para el Yoga y el Samkhya, toda experiencia psicológica es producida por la ignorancia de la verdadera naturaleza del Yo (purusa), resulta que los hechos psíquicos "normales" aunque reales desde un punto de vista estrictamente psicológico y válidos desde el punto de vista lógico (no siendo ilusorios, como el sueño o la alucinación) son de todos modos falsos desde el punto de vista metafísico. La metafísica, en efecto, reconoce solamente como válidos a una tercera categoría de "estados", particularmente los que preceden al samadhi y preparan
la liberación.

La finalidad del Yoga de Patanjali es, pues, abolir las dos primeras categorías de experiencias (surgidas respectivamente del error lógico y del error metafísico) y reemplazarlas por una "experiencia" estática, suprasensible y extra-racional. Merced al samadhi, se sobrepasa definitivamente la condición humana —la que es dramática, surgida del sufrimiento y consumida en el sufrimiento—, y se obtiene por fin esa libertad total a la que el alma india aspira tan ardientemente.

Vyasa (ad Yoga-Sutra, I, 1) clasifica de la siguiente manera las modalidades de la conciencia (o "planos mentales", citta bhumi); 1°) inestable (ksipta); 2°) confusa, obscura (mudha); 3°) estable e inestable (viksipta); 4°) fijada en un solo punto (ekagra); 5°) frenada por completo (niruddha). Las dos primeras modalidades son comunes a todos los hombres, pues, desde el punto de vista indio, la vida psicomental es generalmente confusa. La tercera modalidad de la conciencia, viksipta, se obtiene fijando "ocasional y provisoriamente" el espíritu, mediante el ejercicio de la atención (por ejemplo en un esfuerzo de memoria, o en ocasión de un problema matemático, etc.); pero esta modalidad es pasajera y no ofrece ninguna ayuda
para la liberación (mukti), ya que no es obtenida por medio del Yoga. Sólo las dos últimas modalidades recién citadas son "estados" yoguis, es decir provocados por la ascesis y la meditación.

Es Vyasa (ad Yoga-Sutra, I, 2) que expone el hecho de que toda conciencia normal es susceptible de manifestarse en tres formas diferentes, según predomine uno u otro de los tres guna. Porque el hombre, su vida y su conciencia —así como el Cosmos en su totalidad— son emanaciones de una sola y misma prakrti, las cuales difieren en cuanto a su calificación únicamente por el predominio de una de las tres modalidades que constituyen la substancia, a saber los guna. Efectivamente: 1°) cuando es el sattva (pureza, iluminación
con la comprensión por intérprete) el que predomina en la conciencia, ésta se manifiesta como prakhya (vivacidad, iluminación, estado de claridad mental y de serenidad); 2°) cuando es el rajas (energía) la conciencia es pravrtti, es activa y plena de energía, tensa y voluntaria; 3°) cuando es el tamas (tinieblas, pesadez) la conciencia es sthiti, es inerte, sumida en un estado de reposo y de entorpecimiento.

Por lo que vemos, el Patanjali Yoga conserva intacta la in- memorial tradición india por la cual el hombre (el microcosmo) es homólogo al macrocosmo; no modifica esta tradición más que en el hecho de transponer esta homologación al vocabulario de su propia "física", según la cual los tres guna se encuentran idénticamente tanto en la Naturaleza y en la Vida, como en los "estados de conciencia".


EL SUBCONSCIENTE

Al analizar la "individualidad física" Patanjali descubre cinco clases, o mejor dicho cinco "matrices" productivas de estados psicomentales (cittvrtti): la ignorancia (avidya), el sentimiento de la individualidad (asmita: "persona"), la pasión, el apego (raga), la repugnancia (dvesa), y el amor a la vida, la "voluntad de vivir" (abhinivesa: Y. S., II, 3, y el comentario de Vyasa). No se trata de cinco funciones psíquicas separadas: el organismo psíquico constituye un todo, pero sus fases son múltiples. Todas las clases de vrtti son "dolorosas" (klesa); por consiguiente la experiencia humana, en su totalidad, es dolorqsa. Solamente el Yoga permite suspender los vrtti y suprimir el sufrimiento.

De tal modo, el yogui debe "trabajar" y "manejar" esos vrtti queconstituyen la corriente psicomental. Su causa ontológica es, bien entendido, la ignorancia (Yoga-Sutra, I, 8). Pero, a diferencia del Samkhya, el Yoga afirma que la abolición de la ignorancia metafísica no basta para obtener la destrucción total de los estados de conciencia.

Y eso es debido a que, aunque los "torbellinos" del momento fueran vencidos, sin más tardanza otros vendrían a reemplazarlos, surgiendo de las inmensas reservas de latencias sepultadas en el subconsciente. El concepto de vasana que designa a esas latencias es de capital importancia en la filosofía Yoga: en el texto de Patanjalí significa "sensaciones específicas subconscientes". Los obstáculos que esas fuerzas subliminales ponen en el camino que conduce a la liberación son de dos clases: por un lado, los vasana alimentan sin descanso a la corriente psicomental, a la serie infinita de los cittavrtti; por otro lado, y eso en virtud de su modalidad específica (subliminal, "germinal"), los vasana constituyen un obstáculo enorme, pues son inalcanzables, difíciles de dominar y controlar. Por la misma razón que su estatuto ontológico es el de la "potencialidad", su propio dinamismo obliga a los vasana a manifestarse, a "actualizarse" en forma de actos de conciencia. De esa forma el yogui, aunque tenga una práctica prolongada y haya recorrido varias etapas
de su itinerario ascético, corre peligro de ser vencido por la invasión de una poderosa corriente de "torbellinos" psicomentales precipitados por los vasana.

"Los vasana se originan en la memoria", escribe Vsaya (ad Yoga-Sutra, IV, 9) subrayando así su carácter subliminal. La vida es una continua descarga de vasana que se manifiestan por los vrtti. En términos psicológicos, la existencia humana es una actuación ininterrumpida del subconsciente por medio de las experiencias. Los vasana condicionan el carácter específico de cada individuo; y este condicionamiento es conforme tanto a la herencia como a la situación kármica de cada individuo. Efectivamente, todo lo que define a la especificidad intransmisible del individuo, lo mismo que la estructura de los instintos humanos, es producida por los vasana, por el subconsciente. Éste se transmite ya sea en forma "impersonal", de generación en generación (por medio del idioma, de las costumbres, de la civilización: transmisión étnica e histórica); ya sea directamente (merced a la transmigración kármica; recordemos a este respecto que los potenciales kármicos se transmiten a través de un "cuerpo anímico", linga, literalmente "cuerpo sutil"). Buena parte de la experiencia humana es debida a esta herencia racial e intelectual, a las formas de acción y pensamientos creadas por el juego de los vasana. Estas fuerzas subconscientes determinan la vida de la mayoría de los hombres. Sólo por intermedio del Yoga pueden ser conocidas, controladas y "quemadas".

Todos los estados de conciencia son "dolorosos" (klesa). Esta modalidad "dolorosa" de los estados de conciencia explica, por otro lado, su dinamismo frenético: se diría que los estados de conciencia tratan, con su aparición fulgurante, polimorfa, vibrátil, de compensar su "impureza" (klista: puede ser también traducido como "estado de pecado", "mancha"), su falta de la realidad ontológica (puesto que, como ya vimos, no son más que la manifestación provisoria de la materia cósmica). La rapidez con que los "torbellinos" se suceden
en la conciencia de un hombre profano es consoladora. El destino de la materia es el estar en continua transformación; y si esta transformación sin tregua ni reposo es "dolorosa" (klesa) permite (y aún, al exacerbar el dolor, facilita) la salida fuera del circuito cósmico.

Porque lo que caracteriza a la conciencia humana —y al Cosmos en su totalidad— es el circuito ininterrumpido que se establece entre los diferentes niveles biomentales. Los actos del hombre, suscitados
por los estados psicomentales (cittavrtti), originan efectivamente a su vez otros cittavrtii. Pero esos estados de conciencia son a su vez el resultado de la actualización de las latencias subliminales, de los vasana. De este modo, el circuito latencia-conciencia-actos-latencias, etc. (vasana-vrtti-karma-vasana, etc.) no ofrece solución de continuidad.

Y como son manifestaciones de la materia cósmica (prakiti;. todas estas modalidades de la "substancia psíquica" son reales y, como tales, no podrían ser destruidas en virtud de un simple acto de conocimiento (tal como, en el ejemplo clásico de la filosofía india, la ilusión de encontrarnos con una serpiente es destruida cuando, almirar de cerca, nos damos cuenta de que la "serpiente" era en realidad un bastón). La combustión de esos estados subliminales de que habla el Yoga, significa en efecto, que el Yo se desprende del flujo
de la vida psíquica. En ese caso, la energía mental —la que, al ser determinada por la ley kármica y proyectada por la ignorancia, ocupaba hasta entonces el horizonte de la conciencia, el que ella misma
obscurecía— sale (¡también ella!) de la órbita "individual" en cuyo interior se movía (asmita, personalidad), y librada a sí misma, termina por reintegrarse a la prakrti, a la matriz primordial. La liberación del hombre "libera" al mismo tiempo un fragmento de la materia, permitiendo a ésta el retorno a la unidad primordial de donde procediera. El "circuito de la materia psíquica" finaliza merced a la técnica yogui. En este sentido, podemos decir que el yogui contribuye directa y personalmente al reposo de la materia, a la abolición de un fragmento, cuando menos, del Cosmos. Más adelante veremos el sentido profundamente indio que posee esta contribución del yogui al descanso de la materia y a la restauración de la unidad primordial.

Señalemos que, según Patanjali, no puede haber, en una conciencia repleta de estados "dolorosos" (klista, "impuros"), otros estados que sean "puros" (aklista). Por otra parte, si existiesen, no podrían manifestarse, tal como están bloqueados por los estados klista. Así es como los autores de tratados Yoga explican la solidaridad del género humano en el mal, en el dolor, y la resistencia que la condición humana misma opone al mensaje del renunciamiento. El dolor es una realidad universal, pero pocos son los que tienen el valor de renunciamiento y la fuerza suficiente para recorrer hasta el final el itineuirio de la liberación, pues mientras la vida está dominada por los klista, toda virtud que los sobrepasa es bloqueada inmediatamente, destinada al fracaso. De esta nostalgia por los estados puros aislados (aklista, "puros" no en sentido moral, sino metafísico) surge el deseo del conocimiento y es a través del conocimiento que se revela la naturaleza de la experiencia y que los klista pueden ser apartados después de un proceso cognoscitivo superior (viveka, discriminación metafísica). Como más adelante veremos, el papel del subconsciente (vasana) es considerable para la psicología y la técnica yoguis, pues es él quien condiciona no sólo la experiencia actual del hombre, sino también sus predisposiciones natales, lo mismo que sus decisiones voluntarias futuras. Entonces, es inútil tratar de modificar los estados de conciencia (cittavrtti) mientras las latencias psicomentales no estén controladas y dominadas. Si se quiere que la "destrucción" de los cittavrtti tenga éxito, es indispensable quebrar el circuito subconsciente-conciencia. Esto es lo que el Yoga trata de conseguir con la aplicación de un conjunto de técnicas cuyo objetivo general es el aniquilamiento del flujo psicomental, su "detención".

Antes de considerar esas técnicas diversas, advirtamos al pasar la profundidad de los análisis psicológicos de Patanjali y de sus comentaristas.

Mucho antes del psicoanálisis, el Yoga demostró la importancia del papel desempeñado por el subconsciente. Efectivamente,el dinamismo propio del subconsciente es el obstáculo más importante que el yogui debe vencer, dice el Yoga. Eso es porque las latencias —como si un extraño impulso las llevara a la autoextinción—quieren salir a la luz, y convertirse, actualizándose, en estados de conciencia. La resistencia que el subconsciente opone a todo acto de renunciamiento y de ascesis, a cualquier acto que pudiera tener como resultado la liberación del Yo, es como la señal del miedo que experimenta el subconsciente ante la sola idea de que la masa de latericias no manifestadas aún no pudiera cumplir su destino, y ser destruida
antes de haber tenido tiempo de manifestarse y actualizarse. Esa sed de actualización de los vasana está sin embargo poseída por la sed de extinción, de "reposo", que encontramos en todos los niveles del Cosmos. 

Aunque la extinción de las latencias psicomentales ligadas a su actualización sólo marca un cambio en la modalidad de la Naturaleza, no es menos cierto que cada uno de los vasana manifestados como estados de conciencia perece como tal; ciertamente, otros vasana tomarán su lugar; pero en cuanto al vasana mismo,
al actualizarse, simplemente dejó de ser. La intensidad del circuito biomental deriva justamente del hecho de que las "latencias" y las "formas" tienden siempre a anularse a sí mismas. Toda "aparición" y toda "desaparición" en el horizonte vital así como en el horizonte psicomental revela, sin embargo, el rechazo de sí mismo, el anhelo de dejar de ser lo que uno es. Vista desde este ángulo, toda "forma" toda "aparición" y todo "estado" cualquiera que sea, que pueble el Universo, es impulsado por el mismo instinto de liberación que impulsa al hombre. El Cosmos por entero ostenta igual tendencia que el hombre a reintegrarse a la Unidad primordial. Cuando ciertas formas del budismo mahayánico hablan de la salvación del Cosmos entero, se refieren a esta reintegración y ese reposo final de las "cosas", de los "seres" y de las "formas".

Hablábamos en páginas anteriores del parecido existente entre el Yoga y el psicoanálisis. La comparación puede establecerse, en efecto, con algunas reservas, y todas a favor del Yoga. A diferencia del psicoanálisis, el Yoga no ve en el subconsciente sólo a la libido.

Pone en evidencia el circuito que une conciencia y subconsciente como a la matriz y receptáculo, simultáneamente, de todos los actos. gestos e intenciones egoístas, es decir dominadas por la "sed del
fruto" (phalatrsna), por el deseo de autosatisfacción, de saciedad, de multiplicación. Viene del subconsciente y retorna al subconsciente (merced a las "siembras" kármicas) todo aquello que desea manifestarse, es decir, tener una "forma", manifestar su "poder", precisar su "individualidad". Aún si esta tendencia a la "forma" equivale en el fondo, a la tendencia de autoextinción propia de las latencias, (pues, como decíamos recién, la actualización de las latencias constituye a la vez su "suicidio"), no es menos cierto que, desde el punto de vista del espíritu puro (purusa), esta tendencia a la forma es una tendencia egoísta: el fin aspirado es el "fruto". O sea: una ganancia.

Siempre a diferencia del psicoanálisis, el Yoga cree que el subconsciente puede ser dominado por la ascesis y aún conquistado, mediante, la técnica de unificación de los estados de conciencia, de los que pronto hablaremos. La experiencia psicológica y parapsicológica del Oriente en general y del Yoga en particular está más extendida y mejor organizada que la experiencia en que se basan las teorías occidentales sobre la estructura de la psiquis; es probable pues que, también sobre este punto, el Yoga tenga razón, y que el
subconsciente —por paradójico que parezca— puede ser conocido, dominado y conquistado.


Fuente: "Yoga, Inmortalidad y Libertad"- Mircea Elíade

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