sábado, 4 de febrero de 2017

EL YOGA DE LA COMIDA por Swami Bhaktivedanta Padmanabha

 Swami B.V. Padmanabha
Cada acción que acompaña nuestro día, se vuelve una influencia innegable para nosotros. Cada movimiento, pensamiento y sentimiento transforman nuestra conciencia y comienzan a construir nuestro nuevo destino. De esta forma, somos siempre aconsejados de poner mucho cuidado en cómo llevamos adelante nuestro día de la mejor manera posible, para así lograr proyectar nuestra vida y la de nuestros seres queridos con la mayor claridad posible.

Podemos entonces concluir que la alimentación es uno de los actos que más marcan nuestra existencia, afectándonos a nivel físico, mental, psicológico y espiritual, en una dirección u otra. Dado que solemos alimentarnos varias veces por día durante prácticamente cada día de nuestra vida, indudablemente todo esto implica estar incorporando constantes influencias sobre nosotros a través de lo que comemos. Por lo tanto, es fundamental que nos sepamos tomar el tiempo para aprender cómo alimentarnos adecuadamente y de esta forma, sumar y no restar.

En las profundas enseñanzas espirituales que nos llegan desde la India milenaria, recibimos el concepto de “El Yoga de la Comida”. Por un lado, la palabra “Yoga” significa el aprender a vincularnos de la forma más profunda, siendo en este caso invitados todos nosotros a aprendernos a vincular con nuestro alimento, a poder alimentarnos como parte de nuestra práctica yóguica: en pocas palabras, conocer el arte de progresar espiritualmente a través de la comida.

Por un lado, se nos recomienda el poder tomarnos el tiempo para comer y sólo comer. Aunque esto pueda sonarnos como algo totalmente obvio, esta suele ser justamente una de aquellas cosas que más se nos pasan por alto: comemos parados, caminando, utilizando nuestro celular o computadora, mirando la televisión y/o conversando sobre infinitos temas (y no siempre en el mejor de los ánimos), cuando lo más natural sería poder sentarnos tranquilamente en un espacio apacible y brindar un valioso momento de nuestro tiempo al acto de alimentarnos, sin mayores distracciones, más bien enfocándonos exclusivamente en aquello que estamos haciendo en ese instante. Se recomienda incluso el poder guardar silencio mientras ingerimos el alimento, o en todo caso conversar acerca de temáticas nutrientes y constructivas, que no se interpongan a la sanación que el alimento busca generar en nosotros.

También es altamente sugerido el consumir alimentos que hayan sido preparados en un estado de conciencia apropiado, pues más allá de lo que comamos “por fuera”, también (y principalmente) estamos ingiriendo la actitud con la que fue preparado ese plato.

La energía que emana de alguien al momento de cocinar queda absolutamente impregnada e introducida en la comida, por lo que debemos ser muy cuidadosos de: a) cocinar en paz y armonía o b) asegurarnos que quien haya cocinado esté idealmente en semejante estado de conciencia. De otra forma, el alimento se volverá un vehículo transportador de ira, angustia, frustración y toda una serie de tendencias que luego serán incorporadas por nosotros y muy probablemente transferidas a alguien más luego, si no logramos detener este círculo vicioso.

Así como se concibe el alimento como algo sagrado que nos mantiene con vida y nos brinda nuevas fuerzas para alcanzar nuestras más anheladas metas, de la misma forma se nos invita a mantener ese espíritu de apreciación y agradecimiento en cada etapa de nuestra comida: al comprarla (o idealmente al cosecharla en nuestra propia huerta hogareña), al cocinarla y al ingerirla. Y en relación a estas etapas, existe algo llamado “ofrecer nuestro alimento”. Este es uno de los aspectos claves dentro de lo que conocemos como “El Yoga de la Comida”, y tiene que ver con lograr encarar la práctica alimenticia no como algo que se limita a saciar nuestro apetito o satisfacer nuestra lengua (que usualmente suele ser la idea que muchos tenemos en mente a la hora de comer), sino a nutrir no sólo nuestro cuerpo burdo y sutil, sino en última instancia a estimular los más profundos valores dentro de nuestro propio corazón.

Ofrecer nuestro alimento implica ante todo saber reconocer que el alimento es un regalo que nos es dado: nosotros mismos no podemos inventar ni siquiera un grano de arroz por nuestra propia cuenta, por lo que cada fruta, verdura y demás elementos que llenan nuestro plato nos están siendo regalados por la madre Tierra y su creador, por lo que es algo lógico y natural el reconocer semejantes presentes e intentar reciprocar de alguna forma ante tanto. Por ende, una práctica sumamente saludable es cocinar intentando estar libres de todo vestigio de egoísmo y tendencia explotativa. ¿Y qué significa esto en la práctica?: intentar cocinar no sólo para nuestro placer personal en forma egoísta y limitada, sino buscar hacerlo como una gran fiesta universal, a través de la cual intentamos ofrendar todo aquello que nos ha sido otorgado tan generosamente.

De esta forma podemos cocinar pensando alegremente en todas estas cosas así como muchas otras ideas positivas y constructivas, las cuales naturalmente quedarán presentes en nuestro menú como el condimento fundamental que otorgue no sólo un gusto material al alimento, sino por sobre todo un gusto superior que estimule nuestra conciencia. Luego de haber terminado de cocinar y antes de probar el alimento podemos también ofrendarlo, ofrecerlo en meditación a través de alguna oración o palabras de agradecimiento a todas aquellas fuentes que nos han brindado estos sagrados elementos, y con ese mismo espíritu luego compartir e incorporar dichas preparaciones sintiendo cómo a cada bocado, las mismas van nutriendo cada rincón de nuestro ser.

Podemos entonces encarar nuestro proceso alimenticio desde allí, buscando dar, buscando agradecer, buscando servir y reciprocar, en lugar de estar tal vez pensando sólo en recibir, tener y acumular: al dirigirnos con tal perspectiva de dedicación, realmente estaremos practicando no-violencia en el sentido más integral de la palabra, pues no sólo basta con no dañar a los animales ni otras especies, sino con incluso saber liberarnos cada vez más de aquella causa raíz de toda violencia y problema en este mundo: el egoísmo. “El Yoga de la Comida” nos invita entonces a una revolucionaria toma de conciencia, viendo el proceso alimenticio como una nueva oportunidad para crecer internamente a cada día.

Vemos entonces cómo el alimentarnos y el practicar yoga no son dos cosas separadas, de la misma forma en que el satisfacer nuestras demandas físicas básicas (como comer en este caso) no es algo desconectado de nuestras necesidades más profundas, pudiendo así descubrir el propósito final y más amplio del alimento, y convirtiendo un acto cotidiano muchas veces subestimado como el comer, en uno de los momentos más importantes, hermosos y reveladores de cada día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.